martes, 15 de julio de 2008

EL PRIMER MILAGRO

EL PRIMER MILAGRO

S. AMAYA S.
Junio 14 de 1999


“Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona (tres de la tarde). Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada “Hermosa”, para que pidiera limosna a los que entraban al Templo. Este, al ver a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro fijó en él la mirada, juntamente con Juan, y le dijo: “Míranos”. El les miraba con fijeza, esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy en nombre de Jesucristo, el Nazareo, ponte a andar”, y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio cómo andaba y alababa a Dios; le reconocían, pues él era el que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo. Y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido.” (H.A. 3:1,10)

Este fue el primer milagro que realizaron los Apóstoles de Jesús después de que el Espíritu Santo se posó sobre ellos en Pentecostés.

Pero detengámonos un momento. Este hombre tullido con toda seguridad había oído en repetidas ocasiones de Jesús, aquel Profeta que realizaba milagros: que devolvía la vista a los ciegos, que limpiaba el cuerpo a los leprosos, que expulsaba los demonios, de devolvía la vida a los muertos. En fin, tantos milagros que Jesús realizó durante los pasados tres años. Este pobre tullido de nacimiento esperaba año tras año a que el Señor pasara cerca de él para implorar por su curación. Vana espera, nunca llegó ese día y con infinita tristeza se debió enterar de que el Rabí había sido crucificado. Su esperanza de ser sano, se había terminado. Pero también se debe haber enterado de las palabras de Jesús: “Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito, pero si me voy os lo enviaré” (Jn. 16:7). De tal suerte que esa esperanza renacía, pues era un hombre de fe.

Cuantos tullidos hay entre nosotros: tullidos de la mente, tullidos del alma, tullidos del cuerpo. Pero cuantos habrá que tengan una verdadera fe en que Cristo Jesús los puede sanar.

Cuando escuchamos que alguien dice que este o aquel está tullido porque alguno de sus padres o ambos han pecado, por tanto, es “castigo de Dios”. ¡Miente!,…. Miente vilmente, pues el mismo Cristo Jesús nos dice: “Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn. 3:17). Por lo tanto, no es verdad que los defectos o tribulaciones de los hombres sean “castigo de Dios”, pues sólo castiga quien no nos ama y Dios es Amor.

Existen para el hombre tres días definitivos en sus vidas: Un día antes. El día “D” y un día después. Pero, se preguntarán: ¿un día antes de qué?. Un día antes de ser escuchados por el Señor a nuestras súplicas, un día antes de ser tocados por el Espíritu Santo. Ese día es el más difícil, el más peligroso; y no hablamos de un día de 24 horas necesariamente, pueden ser dos, cinco, ocho días; o dos, tres, cuarenta semanas o incluso cuarenta o cincuenta años. Todo ese “Día anterior”, estaremos expuestos a ser tocados e inspirados por el maligno, llenos del espíritu de la desesperanza, del odio, de los vicios, del negar a Dios y renegar de Él porque no hemos tenido la vida que deseamos. Ese terrible día es tan negro que no nos permite “ver” esa gran Luz que es Jesucristo y entonces lloramos y maldecimos por estar “tullidos”, imposibilitados para hallar la felicidad completa y afirmamos llenos de soberbia: “la felicidad no existe”, “el amor no existe”, “Dios no existe”. No nos damos cuenta de que no somos nosotros, hijos de Dios, quienes hablamos, sino que estamos prestando nuestra voz al príncipe del mundo, estamos entregando nuestro ser al enemigo por antonomasia.

Ese tullido al que a diario llevaban a la Puerta Hermosa, tenía fe en que algún día sería escuchado y terminarían sus sufrimientos y esa fe se vio satisfecha cuando aquella tarde vio aquellos dos pares de piernas y escuchó esa voz que le dijo: ”míranos”. Ese tullido perseveró y alcanzó la salud de su cuerpo, por eso les digo, hermanos, no dejéis de orar, perseverad en las obras que son gratas a Dios, no faltéis a la celebración de la Santa Eucaristía, porque no sabes cuando será tu día “D”.

Recuerda que la noche es más obscura cuando está más cerca el amanecer. Cuando sientas que tus problemas, tus enfermedades, tus angustias sean mayores, ora con mayor intensidad. Asiste con más fe que nunca a la celebración de la Santa Misa, pues podría ser que tus ruegos hayan sido escuchados y entonces vivirás tu Día “D” “Y el juicio está en que vino la Luz al mundo y los hombre amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad va a la Luz, para que quede manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn. 3:19,21).

Cuando al fin tengas tu Día “D”, comprenderás que el Amor existe, porque “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el Amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo Único” (1Jn. 4:8,9). ¿Que no existe la felicidad?, tú podrás experimentarla cada día, pues diariamente vivirás la “Luz del Mundo” y eso es felicidad. Tú la compartirás con todos tus Hermanos cuando recibas el Sagrado Cuerpo de Cristo en la Santa Comunión y entonces entenderás la existencia de Dios, cuando entiendas que “En esto consiste el Amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que el nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” (1Jn. 4:10).

El Día después de que recibas estos Dones de Dios, estará representado por el resto de tus días, que vivirás alabando al Señor y alabando a Cristo Jesús, que entregó su vida en la Cruz por todos nosotros, para el perdón de nuestros pecados.

“Alabemos a Dios todos los hombres,
sirvamos al Señor con alegría
y con júbilo entremos en su Templo.

Reconozcamos que el Señor es Dios,
que El fue quien nos hizo y somos suyos,
que somos su pueblo y su rebaño.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo,
porque es eterna su misericordia
y su fidelidad nunca se acaba.”

(Salmo 99)


Oremos hermanos para que este primer milagro, operado por Cristo Jesús en las personas de Pedro y de Juan, se repita en cada uno de nosotros para que vivamos la felicidad de estar en comunión con Dios Padre por medio de Su Hijo Jesucristo y con la Luz del Espíritu Santo. Amén.

El poder del perdón

EL PODER DEL PERDÓN


¡ Bendice, alma mía, a Yavé !, ¡ y no olvides ninguno de sus favores !
Él perdona todas tus faltas y sana todas tus dolencias. (Sal. 103:2,3)


Cuantas veces, durante la celebración de la Santa Misa, habremos escuchado al salmista cantar este Salmo. No obstante, qué poco ha penetrado en nuestros corazones. Siempre hemos sido rápidos para condenar y lentos…muy lentos para perdonar. Recordemos la reacción de Cristo Jesús cuando los escribas y fariseos le llevaron a la mujer adúltera con la intención de lapidarla, como ordenaba la Ley de Moisés. ¿Cual fue su reacción?. Con el dedo empezó a escribir en la arena; no sabemos qué escribía. Tal vez algún pasaje de las Escrituras relativo al perdón, no lo sabemos. Pero sí sabemos cual fue su respuesta… ¡El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra!… Nada pasó….. poco a poco se fueron retirando los acusadores y Él continuaba escribiendo con el dedo en la tierra… finalmente, incorporándose pregunta a la mujer ¿donde están?, ¿nadie te ha condenado?… Entonces Jesús le dice: ¡Ni yo te condeno tampoco, vete y no peques más!. (Jn. 8:1,11).

“La Lógica del amor “Te perdono”. Esta es probablemente la declaración más poderosa que existe, Lleva consigo un sentido de generosidad hacia quien nos ha herido, un deseo de reanudar una amistad interrumpida y, lo que es más poderoso aún, una participación en la naturaleza misma de Dios, que es “tierno y compasivo; es paciente y todo amor” (Sal. 103:8)” (La Palabra entre nosotros, Abr./May. de 1998).

“A pesar de que esta declaración es tan poderosa, es una de las más difíciles de expresar. La falta de perdón ha sido un fantasma que ha atormentado a la humanidad desde los albores de la historia y que ha dejado dolorosas huellas en las personas, familias, comunidades y hasta en naciones enteras” (Ibid Pág. 3)

Cuan distinta podría ser nuestra historia si hubiésemos aprendido las lecciones de Jesús, tan claras, tan sencillas: “Porque si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial” (Mat. 6:14).

Sin alejarnos mucho de nuestro entorno, con cuanta frecuencia hemos oído los relatos de familias enteras que se han acabado unas a otras, de generación en generación, porque los padres han sembrado en sus hijos la semilla del rencor, del odio, de la venganza. Y tranquilamente se autodenominan Cristianos. Esos “cristianos” habrán leído y entendido que “Si en verdad cumplís con la Ley Regia de la Escritura , bien hacéis, pero si obráis con acepción de personas (a las que no perdonas), cometéis pecado, y la Ley os acusará de transgresores. Porque quien observe toda la Ley, pero quebrante un solo precepto, viene a ser reo de todos” (Stgo.2:8,11).

“Al comenzar este año, S. S. el Papa Juan Pablo II dijo que el mundo tiene una urgente necesidad de perdón. Aparentemente, el perdón contradice la lógica humana, que suele dejarse guiar por la dinámica del conflicto y la venganza. Pero el perdón está inspirado en la lógica del amor. El amor de Dios para todo hombre y mujer” (discurso en ocasión del Día Mundial de la Paz). Estas palabras parecen muy sencillas, pero nuestro mundo tiene una necesidad enorme de perdón y de amor. A veces hasta los que profesan la fe cristiana tratan a los demás con pocas muestras de misericordia” (La Palabra entre nosotros, Abr./May. de 1998).

“Para entender la lógica del amor, es preciso conocer a Aquel que es Amor. Esto es esencial, puesto que la capacidad de amar y perdonar es primero y antes que nada, algo que el Señor produce en nosotros” (Ibid Pág. 4). “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él”(1 Jn. 4:16). “Y cuando nos entregamos en sus manos con el deseo de vivir en profunda comunión con Él, recibimos este amor y descubrimos que podemos compartirlo con otras personas. Así aprendemos a perdonar con la misma generosidad con que hemos sido perdonados” (La Palabra entre nosotros, Abr./May. de 1998).

“…Si en nuestra comunión con Dios aprendemos a captar la brisa poderosa del Espíritu Santo, ella nos llevará a superar la capacidad humana para concedernos una parte de la propia naturaleza divina. Sí, es cierto que podemos llegar a ser como el Señor y el primer paso para este proceso transformador es el bautismo. Pero todos los días debemos ampliar y profundizar en el conocimiento y el entendimiento que tenemos del amor que el Todopoderoso ha derramado en nuestro corazón. “Y la esperanza no quedará confundida, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rom. 4:5). “El perdón de Dios llega a formar en nuestro corazón una fuente inagotable de perdón en las relaciones de los unos con los otros” (Papa Juan Pablo II, Día Mundial de la Paz). (La Palabra entre nosotros, Abr./May. de 1998).

“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos” (Mat. 5:44,45). Durante toda su vida, Jesús demostró que el amor verdadero trasciende los límites de la capacidad humana. Nos enseñó que no debemos buscar represalia contra los que nos hieren o nos persiguen, sino más bien amar a nuestros enemigos. (La Palabra entre nosotros, Abr./May. de 1998).

La ocasión en que el Señor demostró el amor con mayor perfección, fue en el Monte Calvario, donde derramó su propia vida para que todos pudiéramos recibir el perdón de Dios. En la cruz, clavado de pies y manos, oía al gentío que le gritaba insultos y burlas y a los jefes religiosos que lo ridiculizaban incitándole a desplegar su poder. Jesús sabía que no merecía nada de lo que estaba sufriendo, sin embargo alzó la mirada y pronunció la conocida plegaria: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:34).

S.S. el Papa Juan Pablo II declaró: “Hasta el corazón más herido puede encontrar paz y libertad en el perdón, aunque sea con muchas dificultades, gracias al poder sanador del amor, cuya fuente esencial es Dios” (Día Mundial de la Paz).
Hermanos, hagamos juntos una oración y fijémosla en nuestro corazón con la Luz del Espíritu Santo: “Te pedimos, Señor, que tu gracia nos inspire y acompañe para que podamos descubrirte en todos y amarte y servirte en cada uno. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén” (Misal 1997).


Sergio Amaya S.
Junio de 1998.

El Camino del Rosario

EL CAMINO DEL ROSARIO


Rezar el Santo Rosario es recorrer y meditar en la vida de Jesús, desde la Anunciación, hasta su gloriosa Resurrección, así como hacerse presente en el Cenáculo cuando el Espíritu Santo confirma el nacimiento de la Iglesia de Cristo. Tan profunda experiencia la hacemos de la mano y bajo la guía de la Santísima Virgen María; así mismo, contemplaremos Su gloriosa Asunción al cielo y Su coronación como Reina del Cielo y de la Tierra.



En nuestra vida actual, tan vertiginosa y llena de problemas y contratiempos, de hambre, guerras y miseria humana, de vicios y materialismo, qué saludable es para el alma y el cuerpo tomarse unos minutos para contemplar la vida y el caminar de nuestro Divino Redentor. Como todo el Camino de la Salvación, se inicia con una petición de perdón por nuestros pecados y profundo y sincero arrepentimiento mediante el Acto de Contrición.



Después de proclamar la Gloria de la Santísima Trinidad, tomados de la mano de María iniciaremos nuestro camino tras las huellas de Jesús; oramos al Padre mediante la oración que Jesús nos enseñó y proclamamos los primeros Misterios; después de rezar el Padre Nuestro, (cuenta grande), rezaremos 10 Ave Marías, (cuentas chicas). Se puede rezar solo, en ese caso, uno mismo responde; o dos o mas personas, en cuyo caso, uno será el guía, quien hará la primera parte y el resto de fieles rezarán los complementos.



ORACIONES INICIALES:

(Guía) -Ave María Purísima.
(Todos) -Sin pecado concebida.

Acto de Contrición (todos)

-Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, me pesa de todo corazón haber pecado, porque te he ofendido a Ti que eres bondad infinita, a quien amo sobre todas las cosas; propongo firmemente, con tu Gracia, enmendarme y alejarme de las ocasiones de pecar, confesarme y cumplir la penitencia. Confío me perdonarás por tu infinita misericordia. Amén.

(1) Abre Señor mis labios y proclamaré tu alabanza.
(2) Atiende a mi sin tardanza, dame tu auxilio y favor.

(1)“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,
(2)“Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos”
Amén.

(1) “María Madre de Gracia, Madre de misericordia”
(2) “En la vida y en la muerte, ampáranos Gran Señora”

(Todos) “Oh buen Jesús, ten misericordia de nosotros, perdona nuestro pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las mas necesitadas de tu Misericordia”. Amén.

En seguida anunciamos los “Misterios”

(Guía) –Los Misterios que vamos a meditar el día de hoy son los ..... (Según el día)

MISTERIOS GOZOSOS (Se rezan los lunes y sábados)

- Primer Misterio: El anuncio del Ángel Gabriel a la Santísima Virgen María



Este Misterio nos lleva a la apacible aldea de Nazareth, lugar donde habita una joven virgen llamada María y prometida a José, el carpintero, doncella elegida por Dios para la Encarnación de Su Hijo. Seremos testigos del mayor acto de fe: la aceptación de María a la voluntad del Padre; escucharemos al Ángel Gabriel anunciando a María: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo, darás a luz un niño, al que pondrás por nombre Jesús”.

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,
(2)“Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos”
Amén.
(1) “María Madre de Gracia, Madre de misericordia”
(2) “En la vida y en la muerte, ampáranos Gran Señora”

(Todos) “Oh buen Jesús, ten misericordia de nosotros, perdona nuestro pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las mas necesitadas de tu Misericordia”. Amén.

Segundo Misterio: La visita de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel



Caminaremos con ella por las montañas de Judá hasta la casa de su prima Isabel, quien ha sido elegida por Dios como madre del Precursor, no obstante su avanzada edad. Escucharemos el gozoso saludo de su prima: ¡Bendita tú entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre!. Recordaremos con María su fervorosa respuesta: “Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz”.

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,..... (Se repiten las oraciones)

- Tercer Misterio: El nacimiento del Niño Jesús



Después estaremos con María y José en el establo de Belén y viviremos el nacimiento del Emmanuel anunciado por el Profeta y espiritualmente nos uniremos al coro angelical para cantar: “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,..... (Se repiten las oraciones)

- Cuarto Misterio: La Presentación del Niño Jesús en el Templo

Poco después estaremos a las puertas del Templo, donde el anciano Simeón profetiza el final de Jesús y el dolor tan grande que aguarda a la Madre.

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,..... (Se repiten las oraciones)

- Quinto Misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo

Finalmente, tras varios años de una vida común en un niño judío de su época, nos angustiaremos con María y José ante la pérdida de su hijo, pero viviremos también el gozo de hallarlo en el Templo, atendiendo los “asuntos de su Padre”.

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,..... (Se repiten las oraciones)

Durante la meditación de cada uno de estos Misterios, iremos rezando las “Avemarías”; diez alabanzas a la Virgen María y diez peticiones para su intercesión por nosotros, en la vida y a la hora de nuestra muerte.

MISTERIOS LUMINOSOS (Se rezan los jueves)

- Primer Misterio: El Bautismo de Jesús en el Jordán

Han pasado poco mas de veinte años y tomados de la mano de María Santísima, llegaremos a las orillas del Jordán, donde Juan el Bautista llama al arrepentimiento y bautiza con agua. Ve llegar a Jesús y reconociendo su grandeza, no se siente digno de bautizarlo, pero Jesús insiste y, al momento de hacerlo, se abre la Gloria del Cielo y en tanto el Padre nos dice que Jesús es Su Hijo amado, en quien tiene puestas sus complacencias, el Espíritu Santo desciende y se posa sobre Jesús.

- Segundo Misterio: Las bodas de Caná

Poco después compartiremos la alegría de la Madre y el Hijo, quienes junto con sus amigos, asisten a una boda en Caná; presenciaremos el primer milagro, cambiando el agua en vino de gran calidad y escucharemos el llamado de María para que hagamos lo que Él nos pida.

- Tercer Misterio: El anuncio del Reino de Dios

Guiados por María, iremos con Jesús y sus Apóstoles por las riveras del Jordán y del Lago de Genezareth, escuchando el Anuncio del Reino de Dios y el Camino de la Salvación. Junto con Jesús estaremos en la sinagoga de Cafarnaum; lo escucharemos predicar en el monte y decir las Bienaventuranzas; compartiremos el pan y los peces de la multiplicación; contemplaremos la alegría de Martha y María, ante la resurrección de su hermano Lázaro. Presenciaremos la cura de los leprosos, la recuperación de la vista de los ciegos, la expulsión de los demonios.

- Cuarto Misterio: La Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo

Ascenderemos con Él al Monte Tabor, para que junto con Pedro, Santiago y Juan, contemplemos la Transfiguración del Señor.

- Quinto Misterio: La institución de la Santa Eucaristía

Ya la Pascua está cerca, María nos lleva ahora a la entrada de Jerusalén, para que junto con todos agitemos nuestras palmas al paso de Jesús, que montado en un asno, hace su entrada triunfal. Sus amigos, siguiendo las instrucciones del Divino Maestro, arreglan el lugar donde comerán el cordero pascual.

Reunidos todos sus íntimos y una vez fuera quien habría de entregarlo, contemplaremos la Institución de la Santa Eucaristía, la misma que compartimos con nuestro Sacerdote en cada celebración.

Igual que en todos los Misterios, meditaremos, al rezar las “Avemarías”, en cada uno de ellos, aclamaremos a María, nuestra Santa Madre y seguiremos rogando por su intercesión.

MISTERIOS DOLOROSOS (Se rezan los martes y viernes)

- Primer Misterio: La oración de Jesús en el huerto

María nos lleva ahora al Monte de los Olivos, Jesús está en oración rodeado de sus fieles seguidores, es tanto el sufrimiento que siente ante los acontecimientos que vienen, que dice al Padre: “Padre, si quieres, evítame este trago, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”; la angustia vivida, hace que su rostro sude sangre, que llega hasta el suelo.

- Segundo Misterio: La flagelación de Nuestro Señor Jesucristo

Ante el señalamiento de Judas, una tropa del Templo lo hace prisionero, lo llevan ante Caifás, ante Pilatos que lo remite a Herodes, quien finalmente lo regresa a Pilatos, quien bajo la presión de los fariseos y el populacho, lo manda azotar. Castigo bárbaro, cruel y sanguinario: después de las varas flexibles y ante el sádico regocijo de la chusma, le aplican el flagelum, que en el clímax de la crueldad, le arranca tiras de piel; nos llora el alma, igual que a María, ante el terrible castigo aplicado a Su Hijo.

- Tercer Misterio: La Coronación de espinas

Jesús es arrastrado a otro patio, donde, ante la burla de la soldadesca, es coronado de espinas; en medio de insultos y burlas, lo cubren con un manto rojo y por cetro le dan una caña.

- Cuarto Misterio: Jesús con la Cruz a cuestas

Despojado nuevamente de tal vestidura, es cargado con una pesada cruz; Jesús está debilitado por tanto castigo y cae por tres veces, hasta que un espectador, venido de Cirene, le ayuda a llevar el madero.


- Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo

Ya estamos en lo alto del Gólgota, dos personas se hallan ya crucificadas, Jesús es desnudado y acostado en la cruz, con saña inaudita sus santas manos y benditos pies son traspasados por burdos clavos. María nos toma de las manos para que contemplemos y meditemos en cómo su amado Hijo entrega su vida por nosotros. Poco antes de morir y en un gesto de infinita bondad y misericordia, nos entrega a María como nuestra Bendita Madre. La tierra tiembla, el cielo se obscurece, las tinieblas cubren la tierra y los hombres lloran de miedo ante la terrible orfandad en que han quedado.

Hemos meditado y rezado con María; cada oración del “Avemaría” nos ha permitido meditar y contemplar estos sucesos dolorosos en la vida de Jesús. Seguimos rogando a María para que no nos desampare e interceda por nosotros.


MISTERIOS GLORIOSOS (Se rezan los miércoles y domingos)

- Primer Misterio: La Resurrección del Hijo de Dios

Estamos tristes, pero tomando ejemplo de nuestra Santa Madre y guía, tenemos esperanzas en las promesas de Jesús. Junto con ella y sus seguidores, oramos en el cenáculo. De pronto todo es movimiento y desconcierto, alguien llama y Pedro y Juan salen presurosos, nosotros vamos en pos de ellos y llegamos hasta el huerto de José de Arimatea, donde está el sepulcro de Jesús, se encuentra abierto y entonces nos enteramos: Jesús ha resucitado, estos tres días de angustia y dolor han terminado. Jesús penetra al cenáculo, aún cuando las puertas están cerradas. Otros narran que han caminado con Él en el camino de Emaús, lo han hospedado sin reconocerlo y sus ojos se han abierto al momento de partir el pan. Otros mas han compartido con Él un pescado asado y al fin ordena a sus Apóstoles y Discípulos que se mantengan en oración y no salgan de Jerusalén, pues pronto serán bautizados con fuego.

- Segundo Misterio: La Ascensión al Cielo de Nuestro Señor Jesucristo

Poco después, y siempre de la mano de la Santísima Virgen María, meditaremos, junto con los Apóstoles y prosélitos, cómo Jesús Resucitado asciende al Cielo, hasta que se pierde de vista.

- Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Santísima Virgen María

Días después, y siguiendo el mandato de Jesús, estaremos en el Cenáculo, junto con los Apóstoles, los discípulos y, desde luego, María, la Santa Madre. Todos se encuentran en oración, cuando de pronto se escucha un viento fuerte y unas como lenguas de fuego se posan sobre las cabezas de los asistentes, es el Espíritu Santo, que desciende sobre ellos, como lo ofreció Jesús. Todos saltan y bailan de gozo, ante las miradas de quienes piensan que están llenos de mosto. Hablan diversas lenguas, predican el Evangelio y ese día bautizan como a 3000 personas.

- Cuarto Misterio: La Asunción al Cielo de la Santísima Virgen María

Han pasado los años y María Santísima guarda todos estos recuerdos en su corazón y los medita. También los comparte con nosotros. Nuestra Santa Madre se queda dormida y un grupo de ángeles la llevan al Cielo en cuerpo y alma.

- Quinto Misterio: La Santísima Virgen María coronada como Reina del Cielo y de la tierra
En medio de coros celestiales es recibida por su Bendito Hijo y es coronada como Reina del Cielo y de la tierra.

Hemos terminado nuestro recorrido meditado en la vida de Jesús. La mano amorosa de María nos ha guiado paso a paso.

Al terminar la última “Ave María”, repetimos las oraciones que hicimos al iniciar los “Misterios”:

(1) “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”,
(2) “Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos”
Amén.
(1) “María Madre de Gracia, Madre de misericordia”
(2) “En la vida y en la muerte, ampáranos Gran Señora”
(Todos) “Oh buen Jesús, ten misericordia de nosotros, perdona nuestro pecados y líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las mas necesitadas de tu Misericordia”. Amén.

En este momento, podemos dar gracias al Padre, encomendarle a nuestros seres queridos y hacer nuestras peticiones, todo ello en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Posteriormente rezamos el “Padre Nuestro”.

(Todos) “Padre nuestro, que estás en los Cielos... etc.

Después de este “Padre Nuestro” (cuenta grande), tenemos 3 cuentas chicas.

Rezamos tres “Avemarías”.......

1) Dios te salve, María Santísima, hija de Dios Padre, en tus manos encomiendo mi fe para que la ilumines; (Guía)“Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. (Todos) Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén

2) Dios te salve, María Santísima, Madre de Dios Hijo, en tus manos encomiendo mi esperanza para que la alumbres; (Guía)“Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. (Todos) Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén

3) Dios te salve, María Santísima, Esposa de Dios, Espíritu Santo, en tus manos encomiendo mi caridad para que la inflames; (Guía)“Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. (Todos) Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén

Concluimos nuestras oraciones alabando a María con la siguiente oración:

(Todos) “Dios te salve María, Templo, Trono y Sagrario de la Santísima Trinidad, virgen concebida sin la culpa original. Dios te Salve, Reina y Madre, madre de misericordia, vida y dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve; a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas; ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh Clemente, oh Piadosa, oh dulce siempre Virgen María.
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Salvador Jesucristo”. Amén.

(Guía) -Ave María Purísima.
(Todos) -Sin pecado concebida.

Podemos concluir rezando todos la siguiente oración:

“Infunde Señor tu Gracia en nuestros corazones, a fin de que habiendo conocido por el anuncio del Ángel la Encarnación de Tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y su Cruz podamos llegar a la Gloria de la Resurrección, por el mismo Jesucristo Nuestro Señor”. Amén.

“Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes, ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes; ya que me proteges tanto, como verdadera Madre, haz que me bendiga (persignándose) el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo”. Amén.

No olvidemos las promesas de la Santísima Virgen María, en el sentido de que quien rece con fervor el Santo Rosario, será cubierto de bendiciones, y el día de su muerte será llevado por Ella a la presencia de su Santo Hijo: Cristo Jesús.

Sergio Amaya S.
Diciembre 6 de 2004


Te invito, hermano(a) a que hagas 5 copias y las des a otros tantos Católicos, a fin de extender la sana costumbre de rezar el Santo Rosario, para que, de la mano de la Santísima virgen María, tengamos presente a nuestro Señor Jesucristo. Si no te es posible hacerlo, no importa, lo verdaderamente importante es que tú sí lo reces. Gracias.