sábado, 24 de enero de 2009

UBALDO Y SUS SUEÑOS

Es el mes de noviembre, en la ciudad de Tlaxcala el otoño está cerrando inusualmente frío. A temprana hora las calles se van quedando vacías, pues las gentes se apresuran a llegar a sus casas para encontrar el calor que sus cuerpos reclaman. Las mesas de los cafés de los portales también se van quedando solas y ante la falta de parroquianos los meseros se acurrucan cerca de las cafeteras, en espera de algún cliente retardado para cenar.

En un costado del jardín, la guardia del Palacio de Gobierno, envuelta en gruesos abrigos, se mueve constantemente para no entumecerse. La colonial ciudad está tranquila y en silencio.

En comparación con las grandes ciudades, en esta no se aprecia tanto la indigencia; la población es pequeña y las fuentes de trabajo suficientes, no obstante, algunos niños aventureros o descarriados transitan por las calles, buscando lugares protegidos del viento para pasar la noche envueltos en sucios harapos o periódicos; las más de las veces son niños de origen indígena procedentes de Puebla, Oaxaca o del mismo estado de Tlaxcala.

Uno de estos pequeños personajes, proveniente de la Sierra de Puebla, de nombre Ubaldo Tehuatzi, de escasos diez años de edad, trata de dormir acurrucado en el quicio de la puerta de la Parroquia de San José. Aunque el lugar está muy poco protegido, el niño piensa que por ser un templo podrá encontrar un poco de calor. El estómago le reclama algo de alimento; el niño no ha probado alimento desde el medio día, en que por suerte encontró unas tortillas dejadas por algún trabajador que comió en una banca del jardín.

Ubaldo tiene familia, pero le gusta la aventura y decidió que Tlaxcala era lo bastante lejos de su casa para conocer el amplio mundo. Había llegado unos días antes y no había tenido tiempo de arrepentirse. Aunque su lengua materna era un dialecto derivado del nahuatl, Ubaldo había aprendido un poco de “castilla” en los pocos años que había asistido a clases que un maestro bilingüe impartía en la escuela primaria de su comunidad, de tal forma que no le fue difícil darse a entender al llegar a la ciudad. El camino lo había realizado una parte a pie, a través de veredas y caminos de terracería y otra viajando de “aventón” a bordo de algún camión de carga que se dirigía a Puebla. La llegada a la gran ciudad le asustó: muchos autos, gentes presurosas, casas y edificios, policías en las calles. Estaba abrumado, por lo que, preguntando se enteró de que estaba cerca de Tlaxcala, una ciudad más alejada de su terruño. Utilizando los mismos medios, llegó a este lugar, donde ahora trata de conciliar el sueño. Mañana ya Dios dirá.

El cansancio y el hambre finalmente vencen al frío y el niño se queda dormido, un perro tan friolento como el niño se acerca y lo olfatea, después de varias vueltas se echa junto al pequeño, como en busca de un poco de calor, sin darse cuenta que también el le está abrigando al niño. Ubaldo sueña: Ya es mayor, ha ido a la escuela y aprendió bien “la castilla”, tiene unos pantalones nuevos y usa zapatos, los huaraches los ha dejado para siempre. Ha comido bien y ve a sus hermanos y a su madre, también ellos llevan vestidos nuevos. Su padre está en el trabajo, pero ya no detrás de la yunta, sino que trabaja en una fábrica y su casa no es un jacal, es una casita construida de tabiques. Ellos son dueños de ese pequeño terreno en que está fincada. El frío le cala los huesos y le hace tiritar; inconsciente se acerca más al perro, por el puro instinto de buscar el calor.

Por la mañana es despertado por el sacristán al abrir la puerta del Templo. El perro se aleja medio entumido y el chiquillo se introduce a la nave vacía, buscando un rincón obscuro y tibio donde poder dormir otro poco. Antes de que pueda conciliar el sueño empiezan a entrar algunos fieles. Poco después el Sacerdote da comienzo a la primera Misa del día, después de algunas palabras el niño escucha al Padre: “Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, porque solo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera……”. Las palabras penetran en la mente desconcertada del niño y lo dejan pensativo. Después, el hombre que abrió la puerta se acerca a un libro y comienza a leer ante unos pocos fieles adormilados, pero el niño, olvidándose de su hambre y frío está atento a lo que vayan a decir: “Ya viene el Día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”….El niño está fascinado, ha olvidado el hambre y un calor interior le invade. Escucha embelesado el canto y casi se atreve a unirse a las voces de los escasos feligreses, mentalmente lo hace.

El hombre de la puerta sigue leyendo de aquel libro extraño: “Hermanos, ya saben como deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer……. Así, cuando estaba entre ustedes, les decía una y otra vez “El que no quiera trabajar, que no coma”. Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, ….. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida”…… El niño, sentado en un rincón, con las manitas unidas en una fuerte concentración pensaba en las palabras escuchadas. El Señor Dios le había hablado, tenía que trabajar para ganarse la comida y aquellos sueños hermosos que había tenido los haría realidad. Escuchó que cantaban nuevamente: ¡Aleluya,… Aleluya!…… Con esa misma alegría salió del Templo.

El sol ya calentaba y la mañana estaba radiante. Sin más pensarlo se dirigió al mercado a buscar algún trabajo para ganarse la vida. Ya de adulto recordaría siempre cuando Dios le habló y el sentido que le había dado a su vida. La bella ciudad colonial, desde entonces, ha sido su hogar y sí, se han ido realizando sus sueños. Sus padres y hermanos se vinieron a vivir a Tlaxcala y su padre trabaja ahora en una moderna fábrica.

Sergio Amaya S.
Junio de 1999
Acapulco, Gro.

SERVIR A DIOS

Joaquín Caminaba por la calle principal del pueblo, era temprano todavía. En una hora más debería presentar un examen con el que daría fin a sus estudios de secundaria. A sus casi 16 años, Joaquín era un muchacho alto, delgado pero fuerte. Hijo de campesinos, había crecido en las labores del campo; lo mismo sabía guiar una yunta que podía ordeñar las vacas.

Su ilusión era llegar a la Escuela de Agronomía para hacerse cargo de las tierras familiares. Era el más pequeño de los cinco hijos procreados por sus padres. Los tres hijos mayores habían emigrado a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de trabajo. Su hermana, había casado con un joven vecino y también se habían ido a la frontera del norte, donde el marido trabajaba en una maquiladora. Sólo quedaba Joaquín para hacer compañía a sus padres que, aunque no ancianos, ya estaban sobre los sesenta años. El padre, aún fuerte, realizaba las labores del campo y alentaba al joven para que se preparara, con la esperanza de que no siguiera el ejemplo de sus hermanos. Joaquín representaba el báculo para su vejez y el muchacho estaba consciente de ello, pues en su estudio de la Biblia había leído “Álzate ante una cabeza blanca y honra la persona del anciano. Teme a tu Dios, Yavé” (Deut. 19:32). “Corona del anciano son sus nietos, y la gloria de los hijos son sus padres” (Prov. 17:6).
Joaquín había hecho sus estudios primarios en la escuela del rancho. En esos tiempos había tres maestros para los seis grados escolares. La educación que había recibido era por demás ajena a la idiosincrasia de la región, pero ese era el Programa Oficial, igual para todo el país.

Los maestros faltaban con frecuencia, tal parece que puestos de acuerdo, pues por lo común había dos profesores, los cuales entretenían a los grupos del faltista. Con estas deficiencias Joaquín terminó sus estudios primarios. El muchacho alternaba sus trabajos escolares con las labores en el campo: Ayudar en la preparación de las tierras, en la siembra, en el desyerbe y la cosecha; cuidando el rebaño de cabras o limpiando el corral y ordeñando las dos vacas propiedad de su padre. Siempre tuvo presente que: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Gen. 3:19).
Los estudios de secundaria ya los tuvo que realizar en el pueblo más cercano. En un principio le fue difícil, pues las carencias en su preparación de la escuela primaria, las tuvo que compensar con más horas de estudio y un enorme deseo de obtener una buena preparación.

Joaquín era un muchacho alegre y amiguero, los domingos, después de asistir a misa en compañía de sus padres, se iba con los amigos a bañarse en las lagunas de los alrededores, distinguiéndose por su facilidad para nadar. Algunos amigos le invitaban a fumar, cigarrillos o marihuana, o a beber cerveza, pero Joaquín siempre se mantuvo firme, recordando que su padre lo había educado con el ejemplo y nunca lo había visto tomado o fumando.

En días hábiles, cuando había clases, Joaquín abordaba el autobús que salía del rancho a las 5:30 de la mañana, a fin de llegar al pueblo con tiempo suficiente para asistir a la escuela. El camino era de terracería; en tiempo de secas se elevaban grandes terregales y en la temporada de lluvias el camino se volvía casi intransitable, pero era la única vía de comunicación de las rancherías regadas por el Valle, llamado de las Siete Luminarias, por igual número de volcanes extintos, algunos de los cuales son ahora lagunas visitadas por propios y extraños. La zona agrícola era importante, producía sorgo, maíz, frijol, trigo y hortalizas, de las cuales algunos hortelanos obtenían piezas descomunales, como zanahorias de tres kilos, cebollas grandes como balones, etc. Las leyendas contaban que los extraterrestres habían enseñado cierta técnica a algunos hortelanos para que obtuviesen tales especímenes y con ellos combatir el hambre que hace presa del mundo. Ninguna dependencia oficial les ha hecho caso y no ha pasado de alguna entrevista medio amarillista pasada por televisión.

Como todos los días, Joaquín descendió del autobús con tiempo suficiente antes de llegar a la escuela. Mientras caminaba rumbo al centro del poblado, Joaquín recordaba con tristeza cómo se habían ido alejando de él los amigos de la infancia. Unos porque las labores del campo los llevaban fuera del rancho, otros porque no concebían que Joaquín fuese a perder el tiempo a la escuela. Ya lo que bien o mal habían aprendido en la magra primaria, era suficiente. De cualquier manera, pensaban los muchachos, todos terminarían igual: unos emigrados a los Estados Unidos y otros uncidos a las labores del campo, igual que sus abuelos, igual que sus padres, igual que sus hermanos.

A Joaquín le entristecía ésto, pero sabía con certeza que sus amigos estaban equivocados. En algo sí les daba la razón: Joaquín regresaría a las labores del campo, pero no como jornalero, sino como técnico, para sacar mayor provecho a la tierra y a la crianza de los animales.

Sentado en una banca del jardín público, Joaquín dio un último repaso a sus notas y de paso a la escuela se detuvo en el Templo, para orar a Dios. “Yavé es mi luz y mi salvación, ¿a quien temer?. >(Sal. 27:1).

El examen fue particularmente difícil, pero Joaquín iba bien preparado. Finalmente había podido terminar la Secundaria, lo que le mereció felicitaciones por parte de sus padres. Ahora había qué pensar en la Preparatoria o en seguir una Carrera Técnica, a fin de poder ayudar pronto a sus padres en las labores del rancho. Esa noche, después de la cena especial que le habían preparado, Joaquín se fue a dormir, pensando en lo que le depararía el futuro; de lo que sí estaba consciente es de lo que él mismo deseaba: Una buena preparación para mas adelante poder atender a sus padres.

Esa noche soñó que Jesús le hablaba: ”Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” , después del sueño durmió plácidamente. Tenía toda una vida por delante.


Sergio Amaya S.
Febrero de 1998
Acapulco, Gro.

LA VOZ (4)

4.- Antepasados.

Era un fin de semana tranquilo, la noche anterior había dormido muy bien y llegué al despacho dispuesto a elaborar un presupuesto que debería entregar el lunes siguiente. Hice unas cuantas llamadas telefónicas para cotizar algunos materiales y me concentré en mi trabajo.

Estaba enfrascado en mi trabajo y de reojo vi el busto de bronce, que me miraba curioso, con una sonrisa pícara. Me le quedé mirando y le dije de buena gana:

Qué pasó Señor, ¿por qué tan divertido?.

No es que esté divertido, repuso, lo que pasa es que estoy contento, pues te veo muy tranquilo. No quería interrumpirte, pues te vi muy concentrado; ¿es importante ese trabajo?

Bueno, Señor, tú bien lo sabes, todos los trabajos son importantes y estos últimos meses no han sido muy buenos. Por cierto, Señor y ya que estamos en confianza, ¿me podrías echar una manita para conseguirlo?

No es posible, Antonio, respondió el bronce, pues así como tú lo necesitas, tus competidores también desean lo mismo y no sería justo que influyera en tu favor y en detrimento de otros concursantes. Hay un a regla impuesta por el Padre: El hombre debe tener libre albedrío para poder juzgar su actuación en esta vida; por tal motivo, todo lo que hagas, consigas y logres en la vida, valiéndote de los medios que fuesen, serán por tu propia decisión y responsabilidad. Como te darás cuenta, si influyese a favor de alguno de tus competidores, estaría faltando a la voluntad de Mi Padre.

Pues sí, tienes razón, convino Antonio. Señor, continuó, ahora que hablamos de eso, me surge una duda: durante toda mi vida he escuchado decir que cuando tengamos un problema o una necesidad, le pidamos al Santo Fulano o Mengano; que la Virgen tal o cual es muy milagrosa, en fin, ¿cómo podemos interpretar tal costumbre, puestos en la razón que me acabas de exponer?

Bien, repuso el Señor divertido, debes recordar que la piedad popular ha nutrido el caminar de los creyentes y ello se ha reflejado en esa cantidad de devociones a que haces referencia. La realidad es que todos ellos, Vírgenes y Santos son intercesores, pues realmente, quien otorga el favor es Mi Padre.

Realmente, Virgen sólo hay una, mi Madre y los Santos fueron personas que de acuerdo al criterio humano, fueron canonizados como tales, pero la verdadera santidad es una gracia que otorga Mi Padre y sólo Él sabe a quien y por qué se la entrega.

Pero entonces, intervino Antonio, ¿de nada sirve invocar a tales Santos y Vírgenes?

No tan aprisa, Antonio, repuso el busto, en cuanto a las Vírgenes, Mi Madre, por indicaciones del Padre, efectivamente se ha aparecido en ciertos lugares, siempre con el fin de evangelizar a mi pueblo. Hay también apariciones espurias que se han planeado por motivos egoístas o de lucro, no obstante han permanecido dentro de la piedad popular.

En el caso de los Santos, como te dije anteriormente, fueron canonizados por sus méritos, pero tales méritos fueron juzgados desde la óptica humana, de cualquier forma también han servido para nutrir la piedad popular.

Pero lo que realmente vale, es el poder de la oración, ya sea de manera directa a Mi Padre, a mi, o por intercesión de Mi Madre o cualquiera de los Santos, la oración siempre es buena y es escuchada.

El busto quedó en silencio, como para permitir a Antonio asimilar lo escuchado. Antonio también permaneció en silencio.

Paulatinamente el rostro de Jesús fue perdiendo la suavidad humana y el busto volvió a ser un objeto de bronce.

A lo lejos se escuchaba la campana de algún templo. La tarde iba cayendo y la brisa del mar calmó el bochorno. Las calles se fueron animando y Antonio salió; caminó muy tranquilo hasta su casa, pensativo. Ya el lunes siguiente llegará con sus propios afanes.

Sergio Amaya S.
Nov. 12/2008
Ciudad Juárez, Chih.

LA VOZ (3)

3.- Los efectos

La plática del día anterior ha ocupado mi mente, pues bien sé que es cierto, el hombre ha deteriorado su medio ambiente. En tanto avanzaba en el tráfico de la mañana, Antonio pensaba en esas cosas.

Los compromisos contraídos le mantuvieron ocupado desde temprano. Un desayuno de trabajo con unos inversionistas interesados en un conjunto comercial. Después del desayuno, visitar los terrenos donde se planea construir, le entregaron una copia del proyecto para hacer el presupuesto; luego buscar a sus colaboradores, todos independientes, pues la falta de continuidad del trabajo no le permite tener empleados permanentes.

Caminando por diferentes rumbos de la ciudad, Antonio constataba con tristeza la cantidad de basura que había en las calles; caminó al lado de un arroyo que baja de las partes altas de la ciudad, arroyo de aguas malolientes, pues gentes sin escrúpulos descargan sus drenajes al arroyo.

Todo lo observado le llenó la cabeza de temas diferentes, pero todos relacionados con la ecología. ¿qué hace falta para que la gente entienda que tirar basura en las calles, nos está llevando a una crisis ecológica mundial?

Las noticias se ocupan cada vez mas del clima en diversas partes del mundo. En Indonesia, un tifón de categoría 5, había sembrado la destrucción en las islas que conforman el archipiélago; las inundaciones habían alcanzado el metro y medio y las cosechas de arroz estaban perdidas.

En África ecuatorial, las sequías que ya duraban dos años, habían casi acabado con el ganado y la gente moría de sed en las calles. En la zona central de Estados Unidos, un tornado impresionante causó muerte y destrucción en varios pueblos.

En Europa, los deshielos habían ocasionado devastadoras inundaciones. En fin, que los desastres naturales se multiplicaban y el hombre seguía con los ojos cerrados ante la evidencia. El cambio climático lo ha propiciado el hombre, su gran avance tecnológico le ha permitido llevar a cabo una contaminación del medio ambiente de tal magnitud, que el daño parece irreversible.

Con todas estas cosas llegué a mi oficina, deje el portafolios sobre una silla y extendí el proyecto en el escritorio, pero me quedé pensando, con la mirada perdida en la nada; pensando en la basura que cada día parecería que avanza sobre nosotros. De pronto escuché la voz:
-¿Qué te pasa Antonio?, veo que una gran sombra oscura cubre tu aura y eso es señal de que algo te inquieta. Recuerda que si te sientes fatigado, apoya en mi tu carga y yo te aliviaré.

Gracias, Señor, repuso Antonio, pero tú lo sabes todo y todo lo ves y no has podido hacer nada ante la ceguera de los hombres, estamos acabando con la naturaleza, que el Padre creó para nosotros.

Efectivamente, lo has expresado muy bien, pero permíteme recordarte que las grandes catástrofes no han sido para acabar con la Obra de mi Padre, sino para separar el trigo de la cizaña.

Pues eso me tranquiliza un poco, Señor, pero el ver que padecen y mueren tantos inocentes, tantos niños, ¿cómo entenderlo?

Difícil es que lo entiendas Antonio, pero es irremediable; sin embargo, los actos de mi Padre siempre están regidos por el amor y esos niños que ves que sufren y mueren, tienen qué cumplir con esa misión, pues por causas que tú desconoces, ellos tienen que recorrer ese camino que los conduce al Padre; es una forma de purificación espiritual que esas almas deben cumplir.

Vaya, pues en verdad me sorprendes, Señor, eso quiere decir que la reencarnación existe, ¿por qué entonces, Jesús, en tú Iglesia niegan este hecho tan importante para el desarrollo del hombre?

Hay muchas cosas que el hombre ha desvirtuado a través de los siglos; éste era un conocimiento común, pero el hombre lo utilizó para perjudicar a sus semejantes, entonces mi Padre dispuso que fuese prohibido para el hombre tal conocimiento, pero el hombre es como niño, si algo le prohíbes, tratará de hacerlo con mas ardor; pero si ese algo conlleva un castigo, ya se lo piensa mas y qué mejor que mi Iglesia para advertir al hombre de tal castigo.

No obstante, hay grupos humanos que hacen buen uso de tal conocimiento y con ellos no hay problema, pues son grupos de estudios filosóficos.

Por lo que dices, Señor, debo entender que al morir uno, no va directo al Cielo o al infierno, como es la creencia popular.

Bueno, Antonio, no quisiera responderte ahora a esa pregunta, ya hemos charlado bastante por hoy, ya tu aura está limpia, que era el objetivo, ahora estás tranquilo y debes trabajar, otro día reanudaremos la plática.

La noche había llegado ya, el despacho estaba en penumbras y Antonio encendió la lámpara del escritorio; una luz indirecta iluminaba el busto de bronce y las sombras parecían marcarle una sonrisa en el rostro doliente de Jesús. Antonio lo contempló con amor y su vista se posó allá abajo, en las luces que bordeaban la quieta bahía; la Avenida Costera era como un camino de hormigas luminosas. Una suave brisa acarició su rostro.


Sergio Amaya S.
Marzo de 2008
Naucalpan, Edo. de Méx.

LA VOZ (2)

2. La ecología

Era ya tarde cuando volví al despacho, el día había estado plagado de problemas que, afortunadamente, se habían podido resolver. Me sentía agotado pero satisfecho de los logros obtenidos. Mecánicamente encendí mi computadora a fin de concluir con las actividades del día y planear las del día siguiente.

Cerca ya de media noche y con los ojos cargados de sueño, me disponía a apagar el ordenador, cuando nuevamente escuché la voz:

Qué tal Antonio, veo que ya has terminado tu trabajo del día, cuéntame ¿cómo te fue?

Antonio miró al busto y convencido de que era real, habló como lo hiciera con cualquier persona.

Qué te puedo contar, respondió Antonio, si tú lo sabes todo, ¿no es así?

Efectivamente así es, respondió la figura de bronce, pero ante tanto desorden del hombre, tengo que dar prioridad a ciertas cosas, de manera que las cuestiones personales las escucho mejor de labios del propio protagonista. ¿Puedes imaginarte, continuó la voz, que en cierta región de África, la sequía prolongada está provocando que la gente muera de hambre, mientras en otra parte del mundo, tiran al mar miles de toneladas de alimentos a fin de mantener altos los precios?, pues esa es la locura del hombre, siguen pensando que podrán llevarse las riquezas materiales y se olvidan que solamente podrán contar con las obras buenas que hayan realizado en su paso por la tierra.

Pero hay otra cosa, ¿por qué esas prolongadas sequías en unos lugares y catastróficas inundaciones en otras? Parte de esa responsabilidad la tienen esos desarrollados países que producen en abundancia, pues también contaminan en demasía, ocasionando con ellos graves contaminaciones del ambiente, que aunadas a otras causas, van llevando a esos cambios climáticos. ¿Quieres algún otro ejemplo de mis actividades?.

Antonio parecía apenado, realmente se sentía mezquino al comparar sus contratiempos con el enorme problema que había escuchado.

Bueno, Señor, perdona mi egocentrismo, pero…. No te preocupes, Antonio, le interrumpió el Señor, sé muy bien que cada quien trata de resolver sus propios problemas y es válido, pero no olvides que eres una pequeña muela en el infinito engranaje de la vida y lo que esa pequeña muela haga o deje de hacer, tarde o temprano hará efecto en el resto del mecanismo.

Jesús, interviene Antonio, ahora que tocas el tema del cambio climático, es un tema recurrente en nuestros días, pues estamos viendo y viviendo fenómenos naturales no previstos, la pregunta es: ¿Es este el principio del fin, tan anunciado por los profetas?

El busto de bronce sonrió con indulgencia, Eso no lo sé, pues el día y la hora, sólo lo sabe el Padre, pero no es algo que deba preocuparte, mas bien, debes ocuparte en no seguir deteriorando el medio ambiente, pues de seguir a ese ritmo, sí podría representar el fin de tu entorno. ¿Te imaginas tener veranos con +50° e inviernos con -25°?, además de padecer una constante falta de agua potable. Eso, Antonio, es a lo que están llevando al mundo; aún así, no te preocupes de mas, pero no dejes de trabajar para revertir la tendencia.

Antonio se quedó pensativo….. finalmente preguntó: Señor, ¿cómo puede cada uno trabajar en ese sentido?

Pues muy fácil, respondió la voz, a ti te gustan las casas antiguas, pues te recuerdan lasa de tu niñez, dime ahora ¿por qué?

Sin comprender plenamente, Antonio respondió: Eran casas amplias, muy frescas en verano y tibias en invierno; con sótanos llenos de aventuras y una huerta, o cuando menos un patio de tierra con plantas y árboles donde colgar un columpio o bueno para trepar por sus ramas. Las de mis amigos, cuyas familias eran ricas, tenían hermosos patios con pisos de cantera y plantas en los corredores.

Bien, volvió a hablar el busto, ahora descríbeme la casa donde vives.

Bueno, Señor, respondió Antonio como apenado, tú bien sabes que no soy hombre de fortuna, mi casa es pequeña, dos habitaciones, una breve estancia, cocina y baño y atrás un pequeño patio encementado donde lavar y tender la ropa; al frente la cochera cubierta y un pequeño jardín, o tal vez sea un gran arriate, acotó en broma.

El bronce captó el sentido y sonrió. Ahí tienes la respuesta. En la casa de tu infancia no se necesitaba un ventilador o aire acondicionado. No había cochera porque había pocos autos, unos y otro requieren energía para moverse y eso supone el empleo de combustibles fósiles. Como las casas eran amplias, tenían una ventilación natural; los sótanos les proporcionaban un aislamiento también natural, lo que la hacía mas térmica. El huerto aquel de tus juegos infantiles era permeable, para dejar pasar el agua de lluvia y propiciar la recarga de los mantos acuíferos; los árboles y las plantas son purificadores naturales del ambiente y las estaciones se sucedían una tras otra de forma predecible y placentera.

Tu vivienda actual es lo contrario de aquella, además de que se repite por cientos en un pequeño espacio. En la medida de lo posible, vuelve a la naturaleza y le ayudarás a ella a volver al hombre, pero éste está obligado a cuidarla y protegerla. Cuando el hombre entienda esto tan sencillo, estará de regreso en el camino correcto. La tecnología está tan avanzada, que solo se requiere que la utilicen en la forma adecuada; el sol, el aire, el mar, los ríos, son parte de la naturaleza y están al servicio del hombre, por lo mismo, deben cuidarlos, ver que no se viertan desperdicios a los cauces de ríos o cuerpos de agua, pues todo ello redundará en perjuicio del hombre, mas tarde o mas temprano.

El busto quedó en silencio y Antonio comprendió que todo estaba dicho por ese día; salió de su oficina y apagó la luz. Su casa no estaba lejos, así que dejó el auto y caminó bajo un cielo alumbrado por la luna y las estrellas, una suave brisa le acariciaba el rostro.

Sergio Amaya S.
Febrero de 2008
Acapulco, Gro.

LA VOZ (1)

1. El encuentro.

El hombre, pensativo, camina en su despacho; un viejo escritorio de noble madera ocupa parte de la estancia, sobre él, una lámpara y un busto de bronce de un Cristo Doliente. En la pared del fondo un librero que guarda sus amados libros: Una vieja edición de El Quijote empastado en piel; una Biblia muy leída, versión de Jerusalén; la Iliada y la Odisea, sus libros de estudiante y algunas novelas que en su vida han dejado huella.

En los muros unas pinturas y dibujos de su propia creación. A un lado del escritorio una computadora que contrasta con ese ambiente de los años 60’s.

Antonio es feliz en ese pequeño espacio, su espacio; sitio donde desarrolla sus trabajos y lugar donde tranquiliza su ánimo cuando las diarias tareas lo agobian. En esta ocasión lo tiene enojado un desacuerdo tenido con un cliente, pues le desconocen un trabajo terminado que tal cliente le había encargado. Antonio camina y reniega por la mala jugada que le han hecho. De pronto escucha una voz que le llama: Antonio… Antonio, tranquilízate.

Sorprendido, Antonio se vuelve hacia la puerta gritando: ¿Quién esta allí?... ¡No quiero que me molesten!.... Silencio, nadie responde. Antonio dice para sí mismo: ¡Caramba, ya oigo voces, me voy a volver loco!

Ahora escucha una risita, como que se burlan de él. Ji…ji…ji…ji. Furioso, Antonio busca a quien se atreve a burlarse de él, pero se da cuenta que está solo en la habitación.

Antonio, no temas, acércate. Vuelve a escuchar la voz, temeroso, se da cuenta que la voz proviene del escritorio; lentamente se levanta, se acerca al escritorio y busca para hallar de donde proviene la voz, entonces se da cuenta que es del busto de bronce, cuyas facciones parecen haber cobrado vida, sin dejar de parecer de bronce y dice en voz alta: ¡Realmente me he vuelto loco! Y cae desmayado al pie del escritorio.

Pasaron algunas horas, Antonio vuelve en sí y trata de saber qué ha pasado; sosteniéndose de la silla se incorpora lentamente, aturdido, desorientado. Se sienta frente al escritorio viendo de frente al busto de bronce; dice para sí mismo: Qué tan loco estaré ya que creí que me hablaba este busto de Jesús.

Calma, Antonio, vuelve a hablar el busto, en realidad quiero platicar contigo….

Lleno de estupor, Antonio no halla palabras para responder…. Finalmente atina a decir: ¿En realidad hablas?

Claro que hablo, responde el busto, y me da gusto que ya lo hayas entendido.

Ya mas repuesto, Antonio le pregunta: Bueno, Señor, suponiendo que no me he vuelto loco o estoy soñando, ¿Por qué me haces tal distinción?

Escucha Antonio, en realidad trato de hablar con todos los que creen en mi, unos me escuchan y piensan que es por su conciencia; algunos hacen caso, otros no. Hay algunos otros que aún cuando les hablo, son de oído duro y no me escuchan: Tal vez a esos hermanos les tenga que hablar cuando vivan momentos difíciles. En tu caso particular, continuó hablando el bronce, tú estás viviendo momentos difíciles en tu vida y mentalmente estás propicio al diálogo, también hay otra razón, a últimas fechas me he sentido muy solo, como que la gente se ha ido separando de mi para refugiarse en otras prioridades.

Pero Señor, responde Antonio con seguridad, si todo se realiza por la voluntad de Dios, tú mismo debes saberlo.

Efectivamente, responde Jesús, lo que sucede es que no predetermina el hecho en sí, sino la posibilidad de que ocurra y eso dependerá del libre albedrío del hombre.

Señor, interrumpió Antonio mirando su reloj, me tengo qué retirar, pues tengo algunas citas qué atender; me dio gusto platicar contigo, espero que lo podamos repetir.

Mirándolo con simpatía, el busto le respondió: ¿Ahora comprendes lo que te digo?, pero no te preocupes, claro que volveremos a platicar. Es mas, dijo en son de broma, ¿A dónde puedo ir si solo soy un pedazo de bronce?.

La habitación quedó en silencio, el busto volvió a adquirir sus facciones metálicas. Antonio, meneando la cabeza, miró al busto, frío como el bronce.

Sergio Amaya S.
Febrero de 2008
Acapulco, Gro.

LA PRIMERA LUZ

Los niños correteaban despreocupados entre los autos detenidos por el semáforo. Unos corrían a tratar de lavar el parabrisas a algún auto; otros ofrecían entre risas y gritos, las más variadas mercancías; otros en fin, realizaban algún acto semicircense, pintados como payasitos, haciendo malabares o lanzando lenguas de fuego por la boca.

Entre esta trompilla se encontraba Juanito, de escasos 6 años de vida y estatura menor a la media, lo que lo hacía parecer aún más pequeño. El niño intentaba vender chicles a los automovilistas, alguno de los cuales le compraban, más por la simpatía que el pequeño manifestaba, que por el deseo de la golosina.

Hacía poco tiempo que Juanito andaba en estas tareas. Pocas semanas antes sus padres lo habían abandonado por su incapacidad para cuidarlo y alimentarlo; simplemente lo dejaron dormido junto a un grupo de niños que dormían en la calle, bajo la marquesina de un cine. Al despertar el niño y notar la ausencia de sus padres soltó el llanto, lo que motivó que despertaran los demás niños. Uno de ellos, Oscar, el mayor de la palomilla, se percató de inmediato de la situación; sus años en la calle le habían desarrollado un sexto sentido que le hacía comprender algunas situaciones como ésta.

Por su edad, 16 años, e inteligencia, era de hecho el líder del grupo; lo mismo los cuidaba, que les conseguía algún trabajo y desde luego veía que todos comieran algo durante el día.

El llanto del niño pronto se vio mitigado por un trozo de pan que alguien le ofreció, el hambre fue más fuerte que la ausencia de los padres. Los niños tienen una gran capacidad de adaptación y en pocas horas Juanito ya estaba más tranquilo, divertido con los payasitos, bajo la atenta mirada de Oscar.

Pasaron varios días y Juanito ya estaba integrado por completo a su nueva familia. Cuando estaban juntos todos lo cuidaban y consentían, pero en cuanto se iban a trabajar dejaban solo al niño, dentro de un registro telefónico para que no se fuera a perder.

Una de tales ocasiones, Juanito se hallaba solo en el registro, el hambre lo atenazaba y quería llorar para atraer la atención, de pronto entró al lugar un niño de unos doce años, Juanito no lo conocía, pero no sintió temor. El visitante lo miró con dulzura y le habló:

-- Hola Juanito, no temas, soy tu amigo y vengo a jugar contigo. Vi que tienes hambre y te traigo agua y pan, cómelos.

-- Juanito, tomando lo que le daban, le dijo al niño:

-- ¿Quien eres?, gracias por venir a jugar y por este pan, está rico.

El joven sonreía en tanto acariciaba la cabeza del niño.

Con este pan nunca tendrás hambre y esta agua apagará tu sed por siempre. Cuando seas mayor sabrás a qué me refiero y nos volveremos a encontrar.

El pequeño lo miraba con ojos de cariño, de amor infantil; limpio, pero, sin interés.
Tal vez no entendió el mensaje, pero un agradable calor lo envolvió y se quedó dormido.

Sergio Amaya S
Julio 1997
Acapulco, Gro.

EL MENSAJE

Transcurría uno de esos meses calurosos, caniculares, pesados. Las gentes en las calles se notaban malhumoradas, tensas. El calor aplastante ponía a flor de piel la intolerancia.

Ese malestar en la conducta de las personas era evidente, también, en los automovilistas. Por cualquier cosa se insultaban de auto a auto, amenazantes, con deseos inconscientes de descargar en cualquier persona su mal humor.

Jacinto, era un chofer de taxi, tendría unos 23 años. En términos generales se podría decir que era un buen muchacho, aunque, tal vez por su misma juventud y procedencia era poco paciente con otras personas. El muchacho era originario de una colonia de Acapulco; su niñez había sido como la de cualquier otro muchacho. Durante la semana, asistía por las mañanas a la escuela Primaria. Sus maestros estaban más ocupados en su propia subsistencia que en la educación de 50 ó 60 chamacos por grupo. La disciplina no era una de las virtudes que se enseñaban en tal escuela, los muchachos se juntaban en pequeñas pandillas, más o menos, manejables por el Director. En una de tales pandillas destacaba Jacinto por ser bueno para los golpes. El chamaco tenía buenas aptitudes para los deportes, en especial para el boxeo, pero no había quien lo orientara para encausar esa energía y talento hacia caminos más apropiados.

En la colonia, Jacinto y su grupo eran temidos por otros grupos de niños. De tarde en tarde se daban enfrentamientos, de donde resultaban algunas narices sangrantes o, en el peor de los casos, alguna descalabrada, que se llevaba con el orgullo de quien había conseguido una medalla al mérito.

Los fines de semana, Jacinto los pasaba generalmente en la calle. Partidos mañaneros de fútbol y tardes de domingo en la playa de Hornos, donde había aprendido a nadar.

El ambiente familiar del muchacho no era muy diferente a la gran mayoría de nuestros jóvenes. El padre de Jacinto era un obrero de la construcción, tenía trabajo por temporadas; largas cuando tenía la fortuna de encontrar una obra grande o corta, cuando se contrataba por días sueltos. En el primer caso, no faltaba el qué comer en casa, aunque la ración fuese magra y con poca variedad, la madre del muchacho hacía magia para dar de comer a sus cuatro hijos. El padre era un hombre cumplido, casi nunca tomaba y cuando lo hacía, no pasaba de unas cuantas cervezas, más que todo era para convivir con sus compañeros y romper un poco con la rutina.

Cuando no encontraba obras consistentes donde contratarse, empezaban los problemas en casa, pues junto con los apremios económicos llegaban los problemas matrimoniales.

En la casa de Jacinto, construida con las propias manos del padre, no faltaban las imágenes santas: Destacaba la Virgen de Guadalupe, San Martín Caballero, siempre adornado con flores y hasta un retoño de sábila. San Martín de Porres, tan milagroso el negrito. En fin, un calendario viejo con un cromo de la Ultima Cena. Pero hasta ahí llegaba el fervor de la familia, pues fuera de las ocasiones sociales nunca iba la familia a la iglesia, nunca se preocupó por fomentar en los hijos la costumbre de asistir con regularidad a misa. En tales circunstancias terminó el muchacho su Primaria y dando traspiés salió adelante con la Secundaria. Después de tal logro, era necesario trabajar, aportar a la economía familiar cuando menos lo que él mismo consumía. Como el trabajo del padre no le atraía y a fin de no alejarse de la palomilla, Jacinto se acomodó como mandadero en un taller mecánico, con la promesa del “maistro” de que si se ponía abusado lo podría llegar a preparar como ayudante.

Así, entre la “25”, la grasa de baleros y el olor a gasolina, el muchacho no solo aprendió un poco de mecánica, sino que aprendió a manejar y en poco tiempo consiguió que un cliente del taller le confiará un taxi, en un principio como “posturero”, cubriendo las eventuales faltas de algún compañero.

Cuando Jacinto se vio tras el volante, poseedor del dominio de esa pequeña máquina capaz de correr como él mismo quisiera, el muchacho se transformó en un ser prepotente, majadero y agresivo. Su taxi, equipado con potentes bocinas de radio, transmitían a su paso los ritmos tropicales de moda, sin importarle las incomodidades que pudiese causar a sus pasajeros.

Si alguno se atrevía a pedirle bajar el volumen, el muchacho lo hacía en forma mínima y de mala manera.

En una ocasión, circulando por la Av. Costera le hizo la parada un anciano. El auto se detuvo frente al viejo y en forma automática Jacinto abrió la portezuela, el anciano, con dificultad se introdujo al pequeño vehículo y cuando estuvo sentado, sonriente volteó hacia Jacinto y le pidió que lo llevara a la Col. Jardín. El joven respondió de mal humor: ¡Cómo que a la Jardín abuelo!, a esta hora y con la obra de la carretera vamos a tardar mucho tiempo....

El anciano lo miró indulgente y de buen humor le respondió: caray hijito, yo de plano quisiera que me llevaras a las Brisas, pero vivo en la Jardín, así que dale, para no tardarnos más.

El joven se enardeció y le repuso al viejo: Mejor bájese viejo, búsquese otro tarugo pa’ que lo lleve, yo de plano no voy.

Sin perder la calma el anciano repuso: Mira muchacho, ya tengo rato aquí y nadie me quiere llevar, por favor no me hagas bajar, pues ya no aguanto la reuma. Ten un poco de caridad hacia este viejo Ante la súplica, de mala manera el muchacho enfiló hacia su destino. El viejo lo miraba de reojo, sonriente, complaciente. Viendo una copia de su identificación de taxista, el viejo le llamó por su nombre: Oye Jacinto, ¿te gusta tu trabajo?.

--Pues de esto vivo ¿qué no?.

--Eso es evidente, respondió el hombre, pero responde a mi pregunta.

--Yo que voy a saber si me gusta o no, de ésto vivo y ya.

El anciano insistió: ¿Eres feliz Jacinto?

--Ya no friegue abuelo, ¿eso con qué se come?, contestó un tanto divertido. Eso de la felicidad es para los ricos, nosotros los fregados no tenemos tiempo de pensar en ello.

A qué muchacho..., siguió el viejo, ¿quien te dijo que la felicidad se compra con dinero?.

Ya de mejor humor, Jacinto le respondió: bueno, no es que se compre como comprar tortillas, pero si se tiene dinero pa’ cualquier cosa, pues eso es la felicidad ¿que no?.

Mira muchacho, yo siempre he sido pobre, tan pobre que a mi edad sigo ganándome cada bocado que llevo a mi boca, pero te puedo decir con absoluta sinceridad que siempre he sido feliz.

--Pus pase corriente abuelo, diga cual es el secreto. Repuso divertido el joven.

--No es ningún secreto Jacinto, solo tienes que saber darte a la gente para ser feliz. Basta con ver el sol cada día para ser feliz. Escucha la risa de los niños y serás feliz. Dar un beso a tus padres y conocerás la felicidad. En fin, recibir a Cristo cada semana y serás feliz.

--No la amuele abuelito, ora sí está tomando el pelo, como va a creer que eso sea la felicidad: ¿darme a la gente?, será ver a quien me friego. El méndigo sol me achicharra todo el día, la risa de los chamacos....¿pues de qué se ríen los tarugos?....los quiero ver cuando crezcan. Darle un beso a mis padres....chale....me van a decir ¿que onda hijo...? Y eso de recibir a Cristo cada semana, pus de plano no lo entiendo.

El viejo lo escuchaba divertido...Mira Jacinto, entiende las cosas; ¿a ti te gusta que te maltraten?, ¿te satisface ser insultado?, si te accidentas, ¿te gustaría ser ayudado?.

--No pus no, si me maltratan les parto la cara y ni qué decir si me insultan....respondió con mirada torva. Y si algo me pasa, pus no ha de faltar quien me eche una mano ¿que no?.

Bien Jacinto, creo que ya vas entendiendo....Si tú tratas con amabilidad a la gente ¿crees que te insulten?

--No, pus no, serían gachadas ¿que no?.

--Si recibes buenos tratos de tus semejantes, ¿les pegarías?.

--No, yo no soy mala onda viejo, me gusta ser parejo...¿que no?.

--Te preguntas que de qué se ríen los niños y ya se te olvidó que tú también lo fuiste, ¿lo recuerdas?.
--Pus ora que lo dice, sí, me acuerdo las risotadas que teníamos cuando jugábamos, recordó con nostalgia.

--Muy bien Jacinto, lo estás comprendiendo muy bien...Oye muchacho, ¿quieres a tus padres?.
--Pus claro que los quiero, si son la buena onda con nosotros.

--Vaya, Jacinto, me da gusto saber que llevas buena relación con tus padres. Debes comprender que para los padres no hay nada más importante que las satisfacciones de los hijos. Puede haber carencias y limitaciones, pero eso no impide que los padres se preocupen por sus hijos.

--Y dime Jacinto, ¿tú eres católico?....¿Conoces a Cristo?...

--Bueno abuelo, respondió el joven, católico yo creo que sí, todos los somos ¿que no?.., pero ¿conocer a Cristo?....chale....pus claro que no, viejito.

El viejo lo escuchaba interesado y divertido.

--Mira muchacho, retomó la palabra el viejo, eso de ser todos católicos no necesariamente lo somos, no es como ser mexicano o chino o cualquier nacionalidad; ser católico es un compromiso que se hace con Jesucristo desde el fondo de nuestro corazón. Es la firme convicción de que formamos parte del Cuerpo vivo de Cristo. Es saber que nosotros somos los descendientes de los discípulos del mismo Jesús y, lo que en un principio te decía, el ser enriquecidos espiritualmente cada vez que comulgamos, pues realmente estamos recibiendo la Sangre y el Cuerpo de Cristo. Eso, hijo mío, nos llena de una gran felicidad y nos da fuerzas para vivir plenamente, en la felicidad.

Caramba, abuelito, ora si que me dejó de a seis....nunca me habían explicado esa onda, pero me pasa...yo creo que voy a platicarlo con mis jefes y el domingo le vamos a llegar a la misa.....Como la ve, por venir en la plática ni pesado se me hizo el viaje. Ya llegamos a la Jardín, dígame a donde mero lo llevo. El joven no obtuvo respuesta y desconcertado volteó a la parte trasera del auto, el cual estaba vacío....ni rastro del viejo.....solo se percibía un fresco olor a nardos e incienso. El joven se santiguó y durante unos minutos no se pudo ni mover. Dentro de su corazón se dio cuenta de la grandeza del mensaje recibido. Su vida había cambiado.

Sergio Amaya S.
Septiembre de 1997
Acapulco, Gro.

EL ETERNO LLAMADO

“Vengan, alegres demos vivas al Señor,
aclamemos a la roca que nos salva;
partamos a su encuentro dando gracias;
aclamémosle con cánticos”


El viejo grita, tratando de hacerse oír por una multitud presurosa y sorda, anhelante de diversiones más que de llamados de viejos delirantes. El hombre, harapiento, de barba hirsuta, es echado a un lado por la gente que busca afanosa esos lugares que les atraen con su música ensordecedora.

“Pues el Señor es un Dios Grande,
un Rey grande por encima de todos los dioses”....


Nadie escucha...... El viejo, desesperado, quisiera poder detener a esas personas para que escuchen su llamado..... ¿Cómo hacer para que le escuchen?.... tal parece que sólo buscan la manera de evadir la realidad del momento..... El viejo continúa gritando, tratando de llamar la atención de alguien, de cualquiera que le de sentido a su llamado.

“¡ Aclamen al Señor, toda la tierra,
estallen en gritos de alegría !
¡ Canten con la cítara al Señor,
con la cítara y al son de la salmodia,
al son de la trompeta y del cuerno
aclamen el paso del Rey, del Señor !
¡ Rujan el mar y todo lo que contiene,
el mundo y todos los que lo habitan !”


Es inútil, agotado al fin, se sienta en la acera.... alguien lo golpea al pasar, sin fijarse,.... sin importarle,...... cual si fuese un perro que estorbase..... Triste, desconsolado ante la sordera de los hombres, el viejo llora; lágrimas ardientes le escurren por la arrugada cara, haciendo surcos en la mugre. Un chiquillo, igual de andrajoso que él, se le acerca y le habla:

-¡ Qué onda abuelito !....¿ por qué lloras ?

-Hijo mío, cuando menos tú no estás sordo. Lloro de tristeza. Tristeza de ver que la gente sólo piensa en divertirse y no escucha dentro de su corazón......

-¡ Órale abuelo, pus de cual fumaste !..... ¿ Cómo que oír dentro del corazón?.... La gente viene aquí a reventarse..... agarra la onda viejito, estás en Acapulco y aquí es la pura vida, ¿ no ?.

-Te entiendo pequeño, pero tú no estás en la “pura vida”, ¿verdad?. No obstante, escuchaste con el corazón y estás aquí..... El llamado que hago no es el llamado de un loco, es un llamado que se ha hecho al hombre desde hace miles de años, pero el hombre ha endurecido su corazón y no sabe escuchar.

-Yo no te entiendo mucho abuelito, pero siento que tu onda es derecha, ¡ neta que sí lo creo !, pero aquí no te harán caso, te van a golpear y en un descuido hasta al bote te llevan los cuicos.

-¡ Uy hijo mío !, si tú supieras cómo me han tratado.... efectivamente, me han llevado a la cárcel,..... me han pegado,...... me han escupido...... Si tú supieras cuántas veces lo han hecho...... Pero no me doy por vencido.... Estoy en este sitio porque es dónde más necesitan escuchar dentro de su corazón.

La noche estaba avanzada.... El ruido de las discotecas era ensordecedor y empezaba a sentirse un poco de fresco. El viejo le preguntó al niño: -¿ Cómo te llamas ?... ¿Por qué estás en la calle tan tarde ?.

-Me llamo Pepe, pero mis cuates me dicen “roñas”, porque una vez me dio sarna y ya me andaba.... me rascaba como perro roñoso, y estoy en la calle porque esta es mi casa.... duermo donde puedo y como lo que hallo; a propósito, tengo harta hambre, voy a ver que “güeseo por ay”. El viejo sonrió para sí. - No te preocupes Pepe, vamos a sentarnos bajo cubierto y creo que yo tengo algo que podremos comer -.

-¡ Órale pues, abuelito !, vamos a la entrada de aquella tienda, ahí podremos comer y después dormir un ratón.

Llegados al punto elegido, los amigos se sentaron, un poco alejados de la música y a salvo de los transeúntes. El viejo metió la mano al morral y, envuelto en un lienzo blanquísimo, mostró al pequeño un pan fresco y apetitoso, que invitaba a ser comido.

Uniendo sus manos, el anciano levantó los ojos al cielo y, casi en secreto, dijo:

-Gracias Padre Santo por este Pan que nos das y gracias por haberme enviado un corazón humilde para compartirlo. Dichosos los invitados a la Cena del Señor.

El niño, fascinado, no dejaba de mirar el Pan. El viejo lo partió y le dio un trozo al pequeño, quien lo comió con hambre y reverencia.... Su hambre cesó.... un agradable calor le llenó el cuerpo y después se durmió plácidamente..... El viejo sonrió, le acarició el sucio cabello y se esfumó en una cálida luz.


Sergio Amaya S.
Febrero/98
Acapulco, gro.

EL AMOR

Cuando se escuchó el llanto del recién nacido, Rosa, la madre, empezó a llorar. Calladamente, con lágrimas candentes. Ese niño que llegaba al mundo, no era deseado por sus padres. No era amado.

Rosa, joven de 17 años, no estaba preparada para ser madre. Lo único que le interesaba era divertirse con el novio; realmente no existía amor entre ellos, era solo el deseo de gustarse entre ambos.

La chica, de extracción humilde, era uno de los siete vástagos de una familia cuyo padre era un ayudante de mecánico; la madre, analfabeta, cumplía fielmente las funciones de ama de casa. Con esa absurda abnegación que es lugar común en muchas familias de nuestro medio. Cuando el padre llegaba tomado, bien le iba a quien no recibiera un golpe. Cuando el hombre estaba sobrio, todo eran gritos y malos tratos; jamás recibió Rosa, por parte de su padre, una palabra de aliento o de cariño. Nunca sintió la calidez de una caricia, o cuando menos de una sonrisa que denotara amor.

De parte de su madre no había muchos cambios en cuanto a trato, pues Rosa, que era una de la mujeres mayores, tenía más obligaciones que tiempo para ser niña. La madre, ignorante de todo, no supo educar debidamente a sus hijos. Tampoco tenía tiempo para darles un auténtico amor. En fin, Rosa era el resultado natural de una relación en que no estaba el amor como eje central. Es por demás decir que tampoco había respeto, ni entre los padres, ni entre los hermanos; contra aquellos sentían temor y entre sí se guardaban una mezcla extraña de sentimientos, que podían ir, por momentos, del cariño más intenso, al rencor más enconado.

La vida “más plena”, tanto de Rosa como de sus hermanos, se encontraba fuera de casa. Nuestro personaje conoció e Enrique, su novio, cuando estaban en la escuela primaria, que fue lo único que pudo estudiar la chica, pues sus padres decidieron que era de mayor utilidad ayudando a su madre en el cuidado de la casa, por lo que ya no continuó sus estudios.

A Enrique lo siguió viendo, aunque en un principio se trataban sólo como amigos. Fue después de un año que se hicieron novios. En un principio en forma un tanto inocente, pero como se fueron teniendo confianza, las caricias se fueron intensificando, hasta que finalmente tuvieron relaciones. Ambos muchachos inexpertos, no tomaron en cuenta que su acto irreflexivo podría traer consecuencias, tal como ocurrió. El resultado, ese niño que estaba llegando al mundo para enfrentarse a una falta de amor auténtico. El niño fue entregado a una Casa de Religiosas, quienes se encargarían de encontrarle un hogar adecuado.

Esto que suena tan crudo, tiene un gran fondo de realidad, la razón es que la familia, Iglesia Doméstica de Jesucristo, está alejada de El. No bastó que los padres se unieran en un matrimonio religioso, o que hayan bautizado a su prole, era indispensable que tomaran a Cristo como Eje Fundamental de su familia, educando y orientando a sus hijos con auténtico amor cristiano.

Las enseñanzas sobre el amor, son muchas, recordemos algunas enseñadas por Jesucristo a través de sus Apóstoles:

“El Padre ama al Hijo y le enseña todo lo que El hace, y le enseñará cosas mucho más grandes, que a ustedes les dejarán atónitos.” >(Jn. 5:20). Este pasaje lo deberíamos trasladar a nuestra realidad: Debemos amar y educar a nuestros hijos como el Padre enseñó al Hijo.

La narración que hemos hecho no es un cuento. Los personajes son ficticios, pero los hechos, aunque nos cueste creerlos, son tan cotidianos como el sol que nos alumbra cada mañana. Es triste darse cuenta de cuantas familias crecen y se desarrollan en un ambiente carente de amor. Están faltos de amor porque no han tomado a Jesucristo como el Eje que dé fundamento a su familia. Como dice la Carta a los Efesios 5:25 “Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”.

Sergio Amaya S.
Marzo 1997
Acapulco, Gro.

DÍA DE REYES

El tráfico se hacía lento y pesado. La Av. Costera se encontraba concurrida como hacía varios años no se veía. Grupos de visitantes extranjeros caminaban, disfrutando del benigno clima de nuestro invierno. Los restaurantes estaban llenos y por todas partes se sentía el contento de una buena temporada.

Al avanzar la noche los transeúntes disminuían, unos porque volvían a sus casas u hoteles, otros porque se refugiaban en bares y discotecas. Finalmente se apaga el bullicio. La ciudad descansa del tráfago vivido. Pero, ¿qué es aquello que se mueve en las sombras?. Es un grupo de niños que, agotados y hambrientos se disponen a dormir en los rincones.

En el estacionamiento de conocido banco, varios chiquillos harapientos se tumban a dormir su miseria, su abandono, su sinrazón. Entre esa tropilla se encuentra Tomás, pequeño de estatura, pero decidido a sobrevivir en tan hostil medio. Tomás llegó de Oaxaca, mixteco de origen. El hambre y el abandono lo trajeron a Acapulco, como polilla atraída por la luz.

Con el estoicismo propio de su raza, Tomás se enfrentó a las calles de Acapulco, decidido a sobrevivir a cualquier costo. Corrían los últimos días de un mes de Diciembre. La Av. Costera se hallaba iluminada por miríadas de foquitos multicolores; la alegría navideña aún flotaba en el ambiente. Los turistas iban de arriba a abajo de la espectacular avenida. El niño los miraba lleno de asombro. Desde luego que no perdía la oportunidad de obtener algunos centavos, bien vendiendo alguna golosina, o limpiando apresurado los cristales de los autos.

Terminó Diciembre.....El turismo nacional regresó a sus lugares de origen y la ciudad fue tomando el ritmo normal. También se fueron agotando las posibilidades de obtener un poco de dinero. Volvieron las noches de hambre.

El niño se aventuró por las calles del centro de la ciudad. Las calles se llenaban de puestos de coloridos juguetes, inalcanzables tesoros que la imaginación del niño transportaba a utópicas tierras.

El día cinco llegó. El centro de la ciudad estaba lleno de luz, pues los compradores iban y venían, buscando el regalo apropiado. Otros más corrían afanosos en busca de la “rosca de reyes” para disfrutarla en la cena familiar. Los olores de las panaderías impregnaban el ambiente de anhelos y colores....también de tristes realidades.

El chiquillo regresó a pernoctar al sitio de costumbre, con sus diarias carencias, con su infinita hambre y con su infatigable fe en el mañana.

Esa noche onírica fue poblada por juguetes con vida....caballos de madera montados por Tomás.....naves interplanetarias que lo transportaban a mundos cubiertos por panes y bocadillos que crecían en coloridos árboles. Vio una refulgente estrella que lo cubrió de luz y agradable calor, un rostro hermoso, una mano dulce y tierna que lo llevó a un lugar mágico....ya no había hambre; ahora disponía, en abundancia, del Verdadero Pan. Ahí estaban sus abuelitos....se reecontró con su amada madre y volvieron a caminar juntos.....

S. Amaya S.
Diciembre ’97
Acapulco, Gro.

DESPERTAR

Recién Amanecía, las gaviotas y pelícanos revoloteaban inquietos, buscando el primer alimento del día. Algunos deportistas madrugadores trotaban por la playa. El mar, ruidoso al romper, llegaba en suaves olas a lamer las doradas arenas. Los primeros rayos del sol brillaban en las aguas azul grisáceo de la bahía. Algunos pescadores traban de cuerdas infinitas en busca de la redada nocturna.
Las máquinas barredoras de playa hacían sus recorridos, recogiendo la indolencia de los visitantes del día anterior.
Una anciana humilde hurgaba entre los montones de desperdicios, con la esperanza de hallar algo que mitigase su eterna hambre. De pronto sus pies toparon con algo. Era un cuerpo, un joven que dormitaba en los etílicos vapores de la farra; su ropa no era de mala calidad, aunque sucia por haber pasado la noche entre la basura.
Al sentir los pies de la anciana sus ojos se abrieron, deslumbrados por la brillantez del cielo sin nubes. Con la boca estropajosa pregunto:
-¿Donde estoy?,…. ¿quien es usted?
La anciana lo miró divertida y le respondió:
-Estuvo buena la parranda ¿verdad?. Debiste haber llegado bien burro, pues te quedaste dormido entre la basura.
¿Cómo te llamas?, - preguntó la mujer -
Sin responder, haciendo gestos de repugnancia, el joven se incorporó tambaleante.
-¿Quien es usted? - volvió a preguntar a la anciana.
-Eso no importa muchacho, mira cómo estás, antes no te hicieron algo para robarte.. Mira, ni el reloj perdiste.
-Dime tu nombre hijito, - le preguntó maternal en tanto le quitaba algunas inmundicias adheridas a sus ropas -
-Me llamo Julián, - repuso el joven - y no sé cómo llegue aquí….. Ahora recuerdo, - continuó - … salí con unos amigos y encontramos unas chavas muy jaladoras. Las llevamos a una disco y estuvimos tomando. Recuerdo que en algún momento me sentí muy tomado y la chica con la que estaba me dijo que si quería un “aliviane”. Yo nunca le he hecho a eso, pero no quise quedar como cobarde y acepté. Inhalé el polvito y en poco tiempo estaba como nuevo. Seguimos tomando y bailando; la música la sentía dentro de mi y las luces brillaban como soles. Sentía mi cuerpo muy grande; me sentía eufórico y feliz. Después todo se fue apagando y ya no recuerdo nada hasta este momento.
Instintivamente su mano izquierda se tocó la muñeca derecha y exclamó:
-¡ No tengo mi esclava !. Era de oro y valía una buena lana. Tampoco tengo mi cartera, traía mi quincena… Sólo me dejaron el reloj, pero este no vale nada, es una imitación.
Con la cabeza entre las manos se sentó sollozante.
-¿Qué les voy a decir a mis papás?…. han de estar muy preocupados y enojados porque no llegué a dormir a casa, yo nunca había faltado sin avisarles.. No me lo van a perdonar.
Después de escucharlo con paciencia, habló la anciana.
-Mira Julián, no debes preocuparte tanto por lo que dirán. Desde luego que te regañarán, tal vez te castiguen y te lo tendrás merecido. En cuanto a que no te perdonen…. No te preocupes, los padres siempre perdonan. Lo verdaderamente importante es que tú te des cuenta de la gravedad de tus actos. Cuida y selecciona a tus amistades.
-Ven, hijo mío, - dijo la mujer al joven - caminemos para que te despejes antes de llegar a tu casa. Quítate los zapatos y camina en el agua, te hará sentir bien.
El muchacho, obediente, se quitó los zapatos y al entrar en el agua sintió un gran alivio. Volviéndose hacia la anciana le preguntó:
-Y usted, señora, ¿no tiene familia?… ¿por qué anda sola por aquí?
-Sí hijo, si tengo una gran familia. Tengo un Hijo - repuso la señora - y yo le ayudo en algunas cosas.
-¿Le ayuda?, - preguntó intrigado el joven - pues ¿qué hace su hijo?
Enigmática, la anciana le contestó:
-Hace muchas cosas. Cuando tú lo conozcas, procura sólo hacer lo que El te diga.
Una ola rompió con fuerza contra las rocas bañando al muchacho. Volteó divertido buscando a la mujer, pero no la encontró por ningún lado. Pensó que había sido su imaginación, pero una gran paz interior lo invadió y una enorme felicidad lo invitó a regresar a su casa. Haría frente al castigo, buscaría el perdón de sus padres ofreciéndoles no volver a hacer esas tonterías.

Sergio Amaya S.
Acapulco, Gro.
Junio de 1998.

viernes, 23 de enero de 2009

EL MIÉRCOLES DE CENIZA

El próximo día 25 se inicia la Cuaresma, es el Miércoles de Ceniza; pero, ¿estamos conscientes de lo que tal hecho representa?. Es común en ese día ver a mucha gente que muestra orgullosa la marca de ceniza en sus frentes, pero siguen sus días sin ningún cambio. Y no es que debamos cambiar nuestras rutinas, pues debemos cumplir con nuestros compromisos de estudios, trabajo y familia, pero no nos damos cuenta que la Cuaresma, que se inició cuando nos impusieron la ceniza en la frente, es un período de 40 días que nos deben servir como preparación para celebrar la Semana de Jesucristo.

Desde tiempo inmemorial, la ceniza ha sido señal de duelo, de tristeza. En algunas culturas se sentaban sobre ceniza; en otras la ponían sobre sus cabezas y se rasgaban las vestiduras, y en algunas otras las acompañaban de ayunos y penitencias. En la actualidad, a los católicos sólo nos ponen una pequeña marca de ceniza sobre la frente y nos recomiendan la abstinencia, en lo posible, y mejor, ayuno parcial algunos días. Pero más importante es nuestra preparación espiritual. Es importante que durante esos 40 días dediquemos un poco de tiempo más a la oración, que seamos más generosos en nuestra ayuda a nuestros hermanos más necesitados.

“Los tiempos y los días de penitencia a lo largo de año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada Viernes, en memoria de la Muerte del Señor), son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales; las peregrinaciones, como signo de penitencia; las privaciones voluntarias, como el ayuno y la limosna; la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras)” (C.I.C. 1438)

Aprovechemos esta Cuaresma para encontrarnos con Cristo Jesús de todo corazón, pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a olvidar los agravios que pudiésemos sentir por nuestros hermanos; recordemos esas palabras que repetimos en nuestras oraciones: “ perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Lleguemos a la celebración de la Semana Santa, del año dedicado al Espíritu Santo, con el corazón dispuesto a la plena conversión, acerquémonos a nuestro párroco a realizar el Sacramento de la Reconciliación reconociendo nuestros pecados y dispongámonos a vivir plenamente en Cristo Jesús y, llenos de gozo, celebremos su Santa Resurrección, reafirmando nuestra fe y compromiso de seguir sus enseñanzas.

Hermanos, hagamos realidad la Oración Colecta de este día: “Que el día de ayuno con el que iniciamos, Señor, esta Cuaresma, sea el principio de una verdadera conversión a ti y que nuestros actos de penitencia nos ayuden a vencer el espíritu del mal. Por nuestro Señor Jesucristo…Amén”.

Sergio Amaya S.
Enero 08 de 1998.

EL ADVIENTO

El pasado día 30 de noviembre terminó el Año Litúrgico del ciclo C que hemos vivido bajo la guía del Evangelista San Lucas y dio comienzo el Tiempo Litúrgico que conocemos como el Adviento; este tiempo, muy corto por cierto, nos prepara para celebrar el nacimiento de Jesús, pero también nos recuerda que en esta vida temporal vivimos un Adviento constante, en espera de la venida de Cristo Jesús, quien juzgará a vivos y muertos y nos llevará a la vida eterna.

“Al celebrar anualmente la Liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida" (C.I.C. 524)

En este nuevo Año Litúrgico, denominado del ciclo “A”, estaremos escuchando la Palabra de Dios a través del Evangelista Mateo y por ser un tiempo de conversión, escucharemos el llamado de Isaías, de Juan el Bautista y de María, madre de Jesús. Cada uno de ellos, desde diversos tiempos en la historia nos han llamado a la conversión, a buscar el camino que nos acerque al Señor. Particularmente en este año, estamos iniciando el Año de la Eucaristía, como continuación del Congreso Eucarístico celebrado en nuestro país.

Desafortunadamente el ambiente del mundo nos enmascara los verdaderos valores, en un barullo de fiestas y regalos, de vacaciones y distracción que nos hacen perder el verdadero valor del Adviento. Conscientes de ello, deberemos buscar acercarnos a Dios por medio de la oración personal y comunitaria, el arrepentimiento sincero y la confesión, pero sobre todo, por medio de la Santa Eucaristía, para lograr una auténtica comunión con el Señor, quien, tal como nos ofreció, será el Camino que nos conducirá al Padre. Pero dentro de este resonar de fiestas, providencialmente para nosotros, tenemos la presencia de María Santísima: el día 8 de diciembre con la solemnidad de la Inmaculada Concepción; a mitad del Adviento y para beneplácito de nosotros, los mexicanos, el día 12 tenemos el Llamado de la Santísima Virgen María de Guadalupe, que nos hace volver la vista a Su Hijo, para que lo recibamos como ella, con el corazón abierto y gozoso. Dice Pablo VI en su Carta Apostólica Marialis Cultus: “La Liturgia del Adviento, al unir la esperanza mesiánica y la venida de Cristo con la memoria admirable de la Madre, presenta un feliz equilibrio actual, que puede ser tomado como norma para impedir cualquier tendencia a separar el culto de la Virgen de su necesario punto de referencia, que es Cristo. Resulta así que este período se considere como un tiempo especialmente apto para el culto a la Madre del Señor” (M.C. 4).

Desde luego este también es un tiempo de alegría y esperanza: alegría por celebrar una vez más el Amor del Padre por nosotros, manifestado plenamente con la encarnación y nacimiento de Su Hijo y de esperanza en la promesa de Jesús de que vendrá en su segunda venida, por ello en cada Eucaristía decimos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!”
Cristo Jesús Resucitado no se ha quedado en la historia, sino que nos va conduciendo día con día a la Patria Celestial, pero no lo busquemos con los ojos de la razón, sino con los ojos de la fe, siempre guiados por el Espíritu Santo. Debemos estar siempre alertas, pendientes de Su llamado: (“… Si no te mantienes despierto, iré a ti como un ladrón, cuando menos lo esperes..” (Ap. 3, 3). ¿Cómo pues mantenernos despiertos?, la oración, la lectura de las Sagradas Escrituras (La Biblia) y la Santa Eucaristía nos mantendrán despiertos, encomendados al Espíritu Santo estaremos pendientes de Su llamado. “El Espíritu Santo y la esposa del Cordero dicen: ¡Ven!. Y el que escuche, diga “¡Ven!”. Y el que tenga sed y quiera, venga y tome el agua de la vida sin que le cueste nada” (Ap. 22, 17).

El primer Domingo de Adviento, el Profeta Isaías nos llamará la atención: “… Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por sus sendas. Porque de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén, la Palabra del Señor” (Is 2, 3).

El Segundo Domingo de Adviento, San Pedro nos recuerda: “Pero nosotros confiamos en la promesa del Señor y esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, apoyados en esta esperanza, pongan todo su empeño en que el Señor los halle en paz con Él, sin mancha ni reproche” (2Pe 3, 14)

El Adviento es un tiempo especial para orientar nuestras vidas, en el sentido original de la palabra, pues en Oriente está la morada de Dios, es decir, que por medio de la oración, la penitencia y la Eucaristía, debemos encontrar el rumbo que nos lleve hacia el Padre. Esa Luz que nos guía es Jesucristo, de quien esperamos que vuelva, como nos ofreció.

Concluyamos esta breve reflexión con el Salmo 23, que cantaremos durante la celebración de la Santa Misa el IV Domingo de Adviento:

“¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso”

Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su Salvador, le hará justicia.
Esta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante Ti, Dios de Jacob”


Sergio Amaya S.
Comunidad Parroquial de San José,
Puerto Marqués, Acapulco, Gro.
Noviembre de 2004

RESEÑA DE LA SEMANA SANTA

DOMINGO DE RAMOS
En la Pasión del Señor


ENTRADA TRIUNFAL DE CRISTO EN JERUSALÉN

El Domingo de Ramos y el sentido del Domingo Cristiano:

El Domingo de Ramos fundamentalmente es un Domingo. Como todos los Domingos del Año, celebra el hecho de la Resurrección del Señor, su victoria. Las características propias de este Domingo pueden ayudar a descubrir el sentido que tiene siempre el Domingo que celebramos los cristianos. En particular la procesión, es como una aclamación ante la victoria del Señor, cosa que celebramos también cada Domingo. La narración de la Pasión subraya el aspecto de que la victoria de Cristo se obtiene a través del sufrimiento y la muerte. Las palmas y los ramos --signos populares de victoria-- manifiestan que la muerte en la cruz es camino de victoria, y victoria ella misma, por cuanto esta muerte destruyó la muerte.

La celebración de hoy, pues, resume la dinámica del Misterio Pascual de Cristo, que es también el contenido de nuestra celebración dominical.

LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES SANTOS.
EL COMPLOT CONTRA EN SIERVO DEL SEÑOR.


La humanidad, alejada de Dios por el pecado y el sufrimiento, nos da la posibilidad de entender de Cristo Nuestro Salvador, que reconcilia a los hombres con su Padre. A los bautizados nos ofrece el Sacramento de la Reconciliación. Sólo el pecado mortal exigiría una nueva confesión antes de comulgar. Aprovechemos estos días para prepararnos a participar todos en la comunión del Jueves, del Viernes y de la Vigilia Pascual.

MAÑANA DEL MARTES SANTO.
PREPARACIÓN SACRAMENTAL DE LA VIGILIA PASCUAL.


Como prolongación de la primitiva celebración de la Vigilia Pascual, se establecieron los ritos de la Pasión el Viernes Santo, y luego, nuestro actual Jueves Santo se reservó a los preparativos de la Vigilia Pascual: Reconciliación de los Penitentes y Renovación de los Santos Óleos para los bautismos, muy numerosos entonces.
El señor Arzobispo ha determinado adelantar la MISA CRISMAL a la mañana del Martes Santo, para dar mayor facilidad a todos los Sacerdotes y Diáconos de la Arquidiócesis, de asistir a esta ceremonia y dar juntos testimonio de unidad, realizando el anhelo que el Señor Expresó en su oración: “Padre, que sean Uno como Tú y Yo somos Uno” (Jn. 17:21).

EN LA CATEDRAL


MISA CRISMAL, concelebrada por el Sr. Arzobispo y su Presbiterio, en la cual los Sacerdotes harán la Renovación Solemne de sus promesas sacerdotales. Después serán bendecidos el Óleo de los Catecúmenos, el Óleo de los Enfermos y el Crisma, y los representantes de todas las Parroquias los llevarán a sus respectivas Comunidades.

TRIDUO PASCUAL
Introducción al Triduo Pascual


El Triduo Pascual está formado por el Viernes, Sábado y Domingo de Pascua, o sea: los tres días de la muerte, sepultura y resurrección del Señor (S. Agustín: “sacratissimum tridium crucifixi, sepulti et ressuscitati”, Epíst. 55,14). Estos tres días forman el Gran Día, centro de todo el Año Cristiano.

Por tanto, en rigor el Jueves Santo no pertenecería a ese Triduo. Es más bien el último día de la Cuaresma; por eso, en la Liturgia de las Horas, no se distingue nada de las ferias cuaresmales, hasta la tarde.

Pero la Eucaristía vespertina del Jueves, que ocupa la hora de las primeras Vísperas de ese Triduo Pascual, es como su introducción, y por eso también se considera como formando unidad con los otros tres días.

LA PASCUA DE CRISTO
Jueves Santo por la tarde


SACRAMENTO DEL SERVICIO Y DE LA CARIDAD
La Eucaristía, memorial de la Muerte.


Las lecturas del Jueves Santo nos sitúan en el camino mejor para entender el sentido que tiene para los cristianos la Eucaristía, y en general, la celebración de este día. La Eucaristía es el Sacramento, el memorial de lo que celebramos en el Triduo Pascual: la Muerte y Resurrección del Señor. Es como una profecía de la Pascua, su celebración sacramental. Y a la vez, es el centro de la Iglesia, “la Comunidad Eucarística” por excelencia.

Los judíos celebraban (y celebran) en su cena pascual, el gran acontecimiento del Éxodo: el que los constituyó como pueblo y les hizo experimentar la salvación de Dios. Y en su celebración actualizan y participan de esa misma salvación (Primera Lectura, Éxodo 12).

Los cristianos hemos recibido el encargo de celebrar también un sacramento: la Eucaristía, como memorial de un nuevo Éxodo: el Paso de Cristo a través de la muerte a la nueva vida. En ese sacramento actualizamos y participamos de todo lo que significa el Sacrificio Pascual de Cristo en la Cruz: mi cuerpo entregado por.... mi sangre derramada por.... (segunda Lectura 1 Cor. 11)
.
La Eucaristía del Jueves tiene, pues, una relación muy clara con la Muerte y Resurrección del Señor. Introduce una celebración que culminará en la solemne Eucaristía de la Vigilia, la principal de todo el año. Con la Santa Misa, memorial de la Cena del Señor, comienza a celebrarse el Triduo Pascual.

MISA SOLEMNE DE LA CENA DEL SEÑOR


“La noche última de su vida, celebró Jesús un banquete con sus Discípulos.... Jesús deseó este momento. Es su última cena antes del eterno festín de bodas en el Reino de Dios. “Con ardiente anhelo he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la voy a comer más, hasta que se cumpla en el Reino de Dios” (Lc. 22:15,16)” N.C.H.

Lavatorio de los pies.


El sentido de esta ceremonia es una expresa indicación del humilde servicio por el que ha de venir el reino de Dios (Jn. 13:12,17). Así, esta comida Pascual no significa sólo que el reino de Dios ha de venir con Gloria, sino también en qué se ha de fundar: en la servidumbre. N.C.H. Adoración y Alabanzas al Santísimo Sacramento.

VIERNES SANTO
PRIMER DÍA DEL TRIDUO PASCUAL

SENTIDO DEL DÍA
La Cruz y la Muerte


Hoy empezamos, propiamente, la celebración de la Pascua. Pascua significa “paso”, el tránsito de Jesús a través de la muerte a la Nueva Vida.

Hoy es el primer día de este paso: “Pascha Crucifixionis”, como le llamaban los Padres. No es correcto quedarse sólo en el aspecto de la muerte, --como hacen algunas formas populares de la Semana Santa--, ni tampoco lo es celebrar sólo la Resurrección, olvidando el paso por la muerte. Los dos aspectos se celebran como una gran unidad: la memoria de la Muerte, hoy, está ya preñada de esperanza y victoria, mientras que la vigilia de mañana no sólo recordará la Resurrección, sino todo el dinamismo del paso de la muerte a la vida: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado”, dirá el prefacio pascual.

Este día está centrado todo él en la Cruz del Señor.

Pero no con aire de tristeza, sino de celebración: la comunidad cristiana proclama la Pasión del Señor y adora su Cruz como el primer acto del Misterio Pascual. El color es rojo, color de mártires, no el morado, (la Cuaresma terminó ayer). Recordando pedagógicamente que no estamos en unas exequias, ni guardando luto. Cristo Jesús, como Santo Sacerdote en nombre de toda la humanidad, se ha entregado voluntariamente a la muerte - el primer mártir - para salvar a todos. Estamos ya en el Triduo Pascual, y pasaremos del rojo del Viernes, al blanco de la Vigilia.

SÁBADO SANTO
SEGUNDO DÍA DEL TRIDUO PASCUAL


El Sábado Santo es día de silencio.

Silencio de Dios. Silencio de la Iglesia. El órgano no suena, ni tampoco las campanas. La austeridad es tónica: el Altar sin flores ni manteles, el Sagrario vacío...... Un silencio no vacío, sino lleno de sentido.

El silencio se extiende a los sacramentos. La Iglesia, por una antiquísima tradición, no celebra hoy, como tampoco ayer, la Eucaristía ni los Sacramentos. Aunque hoy no es obligatorio observar el ayuno pascual, es conveniente hacerlo, prolongando el de ayer, como sugiere el Concilio en su Constitución de Liturgia (SC 110). Se trata de un ayuno que podemos llamar cúltico, litúrgico, más que moral. Un ayuno que se romperá en la Noche Santa, pasando así con el Señor de la tristeza al gozo.

Lo propio en este día es que la comunidad cristiana ore y medite. El dolor de Cristo es dolor también de la Iglesia y de la humanidad, Jesús en el sepulcro es el símbolo mejor de Mesías, que ha tomado sobre sí el dolor, la muerte y el silencio de todos los hombres de todos los tiempos. Si el grano de trigo no muere....

Pero no es dolor esperanzado, ya asimilado. Las antífonas de la Liturgia de las Horas, respiran hoy confianza y seguridad; “dormiré y descansaré en paz”, “mi carne descansa serena”, “líbrame, Señor, de las puertas del abismo”, “espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida”, “oh, muerte, yo seré tu muerte”...

DOMINGO DE PASCUA
TERCER DÍA DEL TRIDUO PASCUAL

Primer día de la Cincuentena Pascual


LA VIGILIA PASCUAL
SENTIDO DE LA CELEBRACIÓN:

La Noche del Año


La Celebración de la Vigilia Pascual, a pesar de ser la más importante del año, no es popular.

Largos siglos de alejamiento hacen que sólo muy poco a poco se vaya mentalizando la comunidad cristiana en la centralidad de esta noche. “Según una antiquísima tradición, ésta es una noche en vela en honor del Señor (Ex. 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc, 12:36,326), deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa”.

La Pascua del Señor, nuestra Pascua:

Todos estos elementos especiales de la Vigilia, quieren resaltar el contenido fundamental de la noche: la Pascua del Señor, su Paso de la Muerte a la Vida. La oración del presidente, al inicio de las lecturas del N.T., invoca a Dios que, “ilumina esta noche santa con la Gloria de la Resurrección del Señor”. En esta noche, con más razón que en ningún otro momento, la Iglesia alaba a Dios, porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” (prefacio Y de Pascua).

Pero la Pascua de Cristo es también nuestra Pascua: “...en la muerte de Cristo, nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección hemos resucitado todos” (prefacio II de Pascua). La comunidad cristiana se siente integrada, “contemporánea” del Paso de Cristo a través de la muerte a la vida. Ella misma renace y se goza en la “nueva vida que nace de estos Sacramentos Pascuales” (oración sobre las ofrendas de la Vigilia): por el Bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua; por la Confirmación recibe también ella el Espíritu de la vida, y en la Eucaristía participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como memorial de su muerte y resurrección. Los textos, lecturas, oraciones, cantos, todo apunta a esa gozosa experiencia de la Iglesia unida a su Señor; centrada en los sacramentos personales. Esta es la clave mejor para la espiritualidad cristiana, que debe centrarse, más que en la contemplación de los dolores de Jesús (la espiritualidad del Viernes Santo es la más fácil de asimilar), en la comunión del Resucitado de entre los muertos.

Cristo Resucitado, ha vencido a la muerte. Este es en verdad el día que hizo el Señor. El fundamento de nuestra fe. La experiencia decisiva que la Iglesia, como Esposa unida al Esposo, recuerda y vive cada año, renovando su comunión con El, en la Palabra y en los Sacramentos de esta noche.

El sentido de la celebración del Triduo Pascual, es resaltar el paso de Cristo de la muerte a la resurrección. Estos tres días representan el centro mismo de nuestra fe. “Cristo resucitó de entre los muertos, siendo el primero y primicia de los que se durmieron. Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos. (1 Cor. 15:20,21)

Alabanzas a la Virgen en Tiempo de Adviento

Estamos ya en el tiempo litúrgico llamado de Adviento, tiempo de espera y reflexión ante la próxima celebración de la Navidad. Desde luego que el punto focal de la celebración es Jesucristo, así nos lo anuncia la profecía de Jeremías:

“Se acercan los días, dice el Señor, en que se cumplirá la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá: En aquellos días y en aquella hora, yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra. Entonces Judá estará a salvo, Jerusalén estará segura y la llamarán El Señor es nuestra Justicia” (Jr. 33:14,16)

La profecía se cumplió y ciertos pastores se encontraban velando, cuidando sus rebaños, fueron los afortunados al recibir la Buena Nueva: “Cuando de improviso un ángel del Señor apareció junto a ellos y cercóles con su resplandor una luz divina, lo cual les llenó de gran temor. Díjoles entonces el ángel: no tenéis que temer, pues vengo a daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo, y es que hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor” (Lc. 2:8,11)

Este importante evento ha motivado a hombres y mujeres, religiosos o laicos de todo el mundo, a manifestar su alegría y su fe en Cristo y en su Santa Madre por medio de plegarias. En 1833, en la ciudad italiana de Turín, en los archivos del Príncipe Antonio Pío de Saboya, fue descubierto un rollo llamado de Rávena, el cual mide 3.60 m de largo por 19 cm. de ancho. El pergamino está escrito por ambas caras, en el derecho narra plegarias litúrgicas latinas y en el revés están escritas dos cartas intercambiadas entre un obispo de Rávena y el Papa Sergio, entre los años 900 y 910. Las oraciones que transcribimos están sacadas de tal documento y se refieren precisamente al tiempo de Adviento:

“Dios eterno y creador de la vida,
al avecinarse la Natividad de Cristo según la carne,
te pedimos que esté lleno de clemencia hacia nosotros,
sus indignos siervos;
El, el Verbo que ha bajado por nosotros
al seno de la Santa virgen para hacerse carne
y hablar entre nosotros”

“Luz verdadera, Señor Dios nuestro,
que de lo íntimo de tu corazón
has manifestado al Verbo Salvífico,
te pedimos que, tan prodigiosamente como has bajado
al seno incontaminado de la Virgen María,
nos concedas a nosotros, tus siervos,
esperar con alegría la llegada de su gloriosa Natividad.

Si este es por esencia el Tiempo de Cristo, también lo es de su Santa Madre, la Virgen María. Así, un siglo antes de haberse descubierto el Rollo de Rávena, se descubrió en la Biblioteca Capitular de Verona un códice marcado como LXXXIX, escrito en letra visigótica y que se usó en España, antes de la invasión árabe. El mencionado códice contiene 1121 oraciones completas, además de algunos otros textos litúrgicos, de esa riqueza extraordinaria, incluimos dos, relativos a este tiempo de Adviento:

“Santa Madre de Dios,
que al acoger el mensaje del ángel
has concebido al Verbo,
has dado el consentimiento en la fe,
has engendrado al Hijo en la carne,
temblando en la presencia Divina,
y confiado en la ayuda de la Gracia.
Tú que puedes, acoge las súplicas de tu pueblo;
escucha atentamente nuestras oraciones,
a fin de que, acogiendo en tu seno materno
a los que desterrados en el viaje de la vida
se refugian en ti con esperanza segura,
los presentes salvos al Señor Jesucristo, tu Hijo”

“Oh Cristo,
bien aventurada es la Virgen, tu Madre,
gloriosa reina del mundo,
porque al saludo del ángel
creyó que se cumplirían
las cosas anunciadas por el Señor.
Te rogamos Señora, que nosotros,
que no cesamos de celebrar
tu concepción virginal,
podamos unirnos con corazón puro
a la solemnidad de tu Natividad”.

Hermanos, unamos nuestras oraciones para que la próxima Navidad llene nuestros corazones del amor de Cristo y de su Santa Madre, la Virgen María, para que siguiendo sus enseñanzas, amemos a nuestros semejantes como El nos ama a nosotros.

Sergio Amaya S.
Acapulco, gro.

Abogada fiel

Virgen Santa, María,
Tú que estás junto a tu Hijo,
Aboga a nuestro favor,
Pues Jesús nada le niega
A la dueña de Su Amor.

Dile, Santísima Madre,
Cuánto le amamos nosotros,
Que haremos cuanto nos diga,
Para que nos lleve al Padre.

Por favor, Lupita mía,
Cuando estés cerca de tu Hijo,
Háblale de estos tus hijos,
Pues en tu amor Él confía.

Ve pues, bendita Abogada,
Lleva a Jesús nuestro amor;
Nuestra vida está adornada
Con rosas de tu candor.

Cuando su amor ya nos llame
A rendir cuentas a Dios,
Entonces, María, llevadme
A presencia del Señor.


SERGIO AMAYA S.
Septiembre de 2003./Junio 2007
Acapulco, Gro.

LA CURACION DEL SORDO

“Le presentaron a un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga las manos sobre él. Él (Jesús), apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando sus ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: Effatá, que quiere decir ¡ábrete!; se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente” (Mc. 7:32:35).

Cuantas veces hemos oído este pasaje del Evangelio…. Pero debemos preguntarnos ¿en realidad lo hemos escuchado?. La respuesta sincera, en la mayoría de nosotros, es que no, no hemos escuchado la voz de Cristo Jesús que nos habla en cada celebración durante el Evangelio. Los mismo sucede con toda la celebración de La Palabra, nos fijamos en el vecino de banca, en el niño que llora, en los ruidos que vienen de la calle, en fin, ponemos atención a sonidos provenientes de nuestros alrededores, pero no escuchamos ese mensaje que no está siendo enviado por Dios.

Siempre estamos dispuestos a escuchar el chisme que nos transmite el o la vecina, compañero de trabajo, pariente o amigo. Estamos prontos a dar oídos al tópico del futbol o de nuestro deporte favorito, pero qué difícil se nos hace concentrarnos en escuchar La Palabra de Dios. Será que, como los fariseos, para creer ¿queremos antes una señal del cielo?. No vaya a ser que obtengamos tal respuesta: “Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: ¿Por qué esta generación pide una señal?. Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal” (Mc. 8:12)

Pero no, no puede ser eso, porque si somos creyentes, creemos en Jesucristo y no puede haber señal más grande ni clara que el propio Cristo Jesús. ¿Qué pasa entonces?. Asistimos a la Santa Misa y antes de comulgar damos la paz a nuestros hermanos cristianos, esa paz que deseamos a nuestro prójimo debería ser la misma que El Señor nos da y la que dio a los Apóstoles: “….se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros…” (Jn. 20:19). ¡Qué pasa entonces!, por qué cuando salimos del Templo nos olvidamos de esa “paz” que hemos recibido y que debemos otorgar y nos convertimos en seres egoístas, duros e inmisericordes. Aceptémoslo, necesitamos pedir fervientemente a Cristo Jesús que realice en nosotros ese milagro que nos narran los Evangelios y pronuncie esa palabra “Effatá” que nos abra los oídos, pero sobre todo, que nos abra el corazón para que penetre en nosotros la esencia de sus enseñanzas.

Volviendo al milagro del sordo que hablaba con dificultad, dejemos también que El Señor nos toque la lengua con su saliva para que podamos hablar. Hablar de Jesucristo y transmitir la Buena Nueva, transmitir el Evangelio a nuestros hermanos en Cristo. Si al ser bautizados todos somos convertidos al Sacerdocio de Cristo, estudiemos con entusiasmo para que también proclamemos La Palabra de Dios y podamos hacer crecer su Santa Iglesia.

En eso debemos aprender a nuestros Hermanos Separados, ellos estudian, se preparan y hacen proselitismo llevando La Palabra de Dios. Se han vuelto tan eficientes en su servicio, que han ido restando miembros a la Iglesia Católica; en parte por su empeño en el estudio y la predicación, pero aprovechando también nuestra ignorancia, nuestra pereza o nuestra desidia.

Transitamos por nuestra vida de bautizados como ese sordo con dificultad para hablar que nos narra el Evangelio, pero él fue afortunado y recibió la salud de manos del propio Cristo Jesús. No nos damos cuenta de que nosotros también somos afortunados, pues el mismo Cristo Jesús pronunció el “Effatá” sobre nosotros y nos ungió también con el Santo Crisma y nos aceptó como miembros de su Iglesia. Se preguntarán ¿cuándo hizo eso?, la respuesta es muy sencilla: cuando fuimos bautizados: “…Después de un nuevo exorcismo, se repite el magnífico gesto de Jesús, cuando untó con saliva los oídos del sordo. ¿No eran en realidad los milagros de Jesús, signos de curación más profunda, que es la que aquí se otorga?. Después se dice “Effatá”, es decir ¡Abrete!…” (C.H. P. 234).

Aquí cabe recordar una de las parábolas de Jesús: “Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.” (Lc. 8:16). Esto quiere decir, que si Cristo Jesús mismo nos transmitió la Luz del Espíritu Santo, no fue para que la guardáramos dentro de nosotros solamente, sino para que esa misma Luz resplandezca ante todos nuestros Hermanos mediante la proclamación de Su Palabra.

La Palabra de Dios nos es revelada durante la celebración de la Santa Misa y disponemos también de ella cuando leemos la Santa Biblia, el mismo Cristo Jesús lo dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Lc. 10:21).

Abramos, Hermanos, nuestros oídos a la Palabra de Dios y ejercitemos nuestra lengua para convertirnos en auténticos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. Proclamemos a los cuatro vientos Su Palabra. Seamos portadores del Evangelio, para gloria de Dios y de su Santa Iglesia.


SERGIO AMAYA S.
Junio de 1999.
Acapulco, Gro.

EL PESCADOR

Sentado bajo una palmera, un joven miraba a la distancia. El mar interminable llegaba en suaves olas a lamer las arenas de la playa. En el horizonte el sol caía, pareciendo que sería tragado por el mar. El disco anaranjado contrastaba con algunas nubes grises que palidecían ante la majestad del astro rey. El joven, melancólico, miraba sin ver. Oía el oleaje sin escuchar. Su mente estaba ausente. La tristeza invadía todo su ser.

Un pescador que caminaba cargando su red lo miró y sin pensarlo se dirigió al joven:

- ¡Hola muchacho!, ¿admirando la puesta del sol?.
-
El joven vio al hombre y sintió un cierto alivio, pues la soledad le estaba haciendo daño.

- Buenas viejo, en realidad no estaba prestando atención al atardecer. Mis pensamientos están ocupados en otras situaciones. Qué, ¿ya terminó el trabajo?, ¿fue buena la pesca?

- No me puedo quejar, dijo el hombre, no pasa el día sin que Dios nos dé lo que nos hace falta, en tanto que nosotros hagamos nuestra parte.

- Si, lo entiendo.... aunque a veces es difícil realizarlo..... más en estos tiempos.... no hay trabajo..... las necesidades son muchas..... las oportunidades son pocas.

- Vaya pues, realmente el desánimo te tiene atrapado. Sí es verdad que la vida se ha tornado complicada. Claro que para quienes tenemos una vida más sencilla, nos resulta un poco más fácil resolver las diarias necesidades, pero sobre todas las cosas, lo que debemos tener es fe. Fe en que Nuestro Señor no abandona a ninguno de sus hijos.

- Yo creo, continuó el pescador, que sólo estás viendo una parte del problema... cómo explicarte... mira, le dijo, en este momento estamos presenciando el final de un día, pero esto no es todo. Al caer la noche brillarán las estrellas, en noches de luna nos alumbrará también y con alivio nos daremos cuenta que aún la noche tiene un final y al amanecer veremos renacer al sol para reiniciar el ciclo. ¿Me entiendes?.... no nada más es la puesta del sol lo que vemos, también es la aurora, la plenitud del día, el atardecer y finalmente la puesta del sol; es todo un conjunto, así también es la vida..... ahora se te hace difícil.... y lo es, pero sólo es una pequeña parte de la vida misma. No te concentres únicamente en la puesta del sol, pues luego viene la obscuridad... pero si ves el conjunto, te darás cuenta que la obscuridad está relacionada con el descanso..., con la reflexión...., con la revisión de tus actos; pero que, sin que nada se oponga, llegará la aurora,.... el amanecer,... un nuevo día y nuevas oportunidades.

- Tienes razón, repuso el joven, tus palabras tienen sabiduría. En realidad estaba viendo sólo mi problema, sin darme cuenta de que aún soy joven. Todavía puedo esperar muchos amaneceres que a la vez me darán muchas ocasiones de enmendar las fallas y tendré forma de resolver mis problemas.... No se qué fue de lo que me dijiste, pero me has devuelto la confianza.

- Creo, dijo el hombre, que aunque no quieras nombrarla, te he hecho pensar en la fe.

- Bueno, dijo el joven ya de mejor talante, eso de la fe no lo creo, eso es para las viejas beatas, para los ancianos que ya no tienen más qué hacer.... No, no para mi.

El pescador lo miraba, divertido y complacido. Ese joven lleno de vida, hacía unos pocos momentos era presa de la desolación por pequeños problemas; ahora, abiertos los ojos piensa que su misma juventud es lo que lo anima.

- Mira, continuó el hombre, en realidad la fe no es cuestión ni de sexo, ni de edad o condición, simplemente se tiene... Y yo sé que tú la tienes, aunque escondida por falsa vergüenza. Déjala aflorar en tu corazón y te darás cuenta de que es un gran regalo de Dios, en ella encontrarás la confianza para enfrentar cualquier cosa que te ocurra en la vida.

- Bueno, contestó el joven, es posible que tengas razón, pero, en última instancia, dime que es la fe...

- Te contestaré con las palabras de un hombre sabio y santo, que como él mismo reconoció, no hablaba por su boca pecadora, sino por inspiración del Espíritu Santo. Me estoy refiriendo a San Pablo, quien dijo que “La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver..... Por la fe creemos que las etapas de la creación fueron dispuestas por la palabra de Dios y entendemos que el mundo visible tiene su origen en lo que no se palpa”

- Vaya, te la tienes bien aprendida, comentó burlón el joven. Yo creí que esto era cosa de viejos, pero tú no lo eres.... ¿Qué más me puedes decir de la fe?

- Bueno, recuerdo algún otro fragmento.... déjame ver..... “Mediante la fe según Jesucristo, Dios reordena y hace justos a todos los que llegan a la fe..... No hay distinción de personas, pues todos pecaron y están faltos de la Gloria de Dios. Pero todos son reformados y hechos justos gratuitamente y por pura bondad, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.... Dios lo puso como la víctima cuya sangre nos consigue el perdón, y ésto es obra de fe”.

- Como te darás cuenta, continuó el pescador ante la complacencia del joven, cuando aprendamos a tener confianza en la mano de Dios, habremos alcanzado la fe y con ella podremos resolver cualquier conflicto que se nos presente. No olvides que Cristo Jesús padeció y murió por nosotros, pero también ten presente que resucitó como lo había prometido y también fue por el gran amor que nos tiene.

- Bueno dijo el joven poniéndose en pie, ya es tarde y en casa me esperan... gracias por haberme levantado el ánimo. Realmente me hacía falta hablar con alguien que entendiera lo que me pasa y tal parece que tú lo captaste luego... Pero no me has dicho tu nombre. Me gustaría volver a platicar contigo, ¿donde te puedo encontrar?

El pescador, con una fresca sonrisa le contestó: - Llámame Amigo y siempre estoy en el templo, esperando a Mis Amigos.

- ¿Eres sacerdote?

- Efectivamente, repuso, en tanto se alejaba con su red al hombro.


Sergio Amaya S.
Acapulco, Gro.
Pascua de 1998